16 íihIsiMii Caamano, muerto No parece que puedan albergarse dudas al respecto: Caamaño, símbolo vivo de la lucha del pueblo dominicano contra un régimen dictatorial — heredero en más de lo que se cree del sistema trujillista — , ha muerto acribillado a balazos, en pleno acto de servicio a la redención de sus compatriotas. La muerte de Trujillo, personaje inverosímil, propietario de un país del «mundo libre», comparable en algunos aspectos al clan Somoza de Nicaragua, dio la victoria política a Juan Bosch, en 1962. Su programa reformista chocó con la oligarquía financiera y con los sectores más derechistas del ejército. En septiembre de 1963 fue derribado, mediante la típica acusación de «filocomunista». En 1965 un grupo de partidarios del Gobierno constitucional,, encabezados por Caamaño, se alzaron para restablecer de nuevo la legalidad en el Gíobierno. Brasileños, paraguayos y hondureños actuaron de comparsas de los «marines» USA en el desembarco propiciado por la administración pentagonal para «poner orden» en la isla. El orden llegó, y ya no se ha marchado. Costó la vida a más de tres mil dominicanos. Y en las siguientes elecciones preparadas fue derrotado Bosch. En la República Dominicana hay cinco mil agentes de la CIA. Los USA controlan más del 60 % de las exportaciones y más del 75 % dé las importaciones. La abundancia de policías paralelas, el paro (más de la mitad de la población activa) y el terrorismo de ultraderechas son las constantes más escandalosas del país. Caamaño ha sido acribillado por querer arreglarlo. Su muerte ha sido poco divulgada en la República, para evitar consecuencias molestas. Es uno más. Militar, patriota, moderado, independentista, constitucional. Muerto por querer seguir siéndolo. Descanse en paz. F. C. CRONICAS CONDALES Mequínenza, su pantano y el párroco Parecerá raro que Mequinenza aparezca en una «crónica condal», pero no lo es. El problema de los vecinos del pueblo de Mequinenza ha merecido las páginas centrales, así como fotos en primera plana ocupando dos tercios de la misma, en la edición del pasado día 16 de febrero del «Correo Catalán», importante diario matutino de Barcelona. Las razones por las que se han movilizado tales medios para tratar un asunto que no afecta a Cataluña, no las sé. Pero imagino que serán importantes, si tenemos en cuenta que «El Correo Catalán» no es muy propicio a tocar temas que estén localizados más allá de los límites de la región catalana, al menos con semejante espectacularidad. Pero no por esta circunstancia deja de tener valor el magnífico reportaje que ha realizado Jordi Negre, y que comentaré en esta crónica. «Nos quedaremos en la casa parroquial hasta que nos inunden. No abandonaremos hasta que se haya hecho justicia con todos los vecinos». Estas frases duras y taxativas han sido pronunciadas por un sacerdote, por un sacerdote que dice que no es contestatario, «hasta llevo sotana». Resulta que la ENHER, empresa paraestatal beneficiaria del pantano, no ha cumplido todo el oro y el moro que prometió a los vecinos que debían abandonar el pueblo para su posterior inundación. Resulta que el precio de las casas en el nuevo pueblo han sufrido un notorio incrementó. Que el precio pagado como indemnización a los vecinos es bastante menos de la cantidad de lo que valen las casas nuevas. Que los intereses iban a ser de un 2 ó 3 por ciento y ahora han llegado hasta el 7 y el 8. Resulta, también, que los vecinos que se negaron a marchar de sus casas han tenido que sufrir una auténtica guerra de nervios, pues la empresa mandó «bulldozers» y palas para tirar los edificios que ya habían sido abandonados, con el consiguiente peligro de derrumbamiento para las casas habitadas que había al lado de las otras. Así estuvieron muchos días, con el miedo en las carnes hasta que algunas señoras se pusieron delante de las máquinas a modo de barricada y, en plan flamenco, impidieron su paso. Desde entonces ya no hay más noches en blanco. Los sacerdotes de toda la zona, cinco en total, han hecho causa común con los vecinos. Y de ahí viene esa declaración que hacía el párroco de Mequinenza. Estos sacerdotes han recalcado el hecho de que no son contestatarios («¡hasta llevo sotana!»), de que su postura es sacerdotal simplemente, «porque aquí lo único que hacemos es defender una acción que viene obligada por la defensa de la dignidad humana..., aquí se ha pisoteado, y nosotros no nos marcharemos hasta que se cumpla con el último vecino». Esto declarado por el padre Royo, párroco de Mequinenza, creo que es suficientemente explicativo de hasta qué extremos ha llegado el problema. Y la perspectiva se agranda todavía más si conoce el detalle de la existencia de un acta firmada conjuntamente por el Arzobispado/ y la empresa paraestatal ENHER, por la cual se cedían los bienes eclesiásticos de Mequinenza a cambio de que la empresa diera una casa en el poblado nuevo para que acogiera a los «pobres de solemnidd». Pero no se fían. Dicen que la empresa ya ha demostrado bastante sus intenciones al olvidar las promesas de efectuar convenios de tipo colectivo, y entablar negociaciones personales con los afectados. De esta forma se quebraba por la base la posible solidaridad de todo el pueblo. Como pueden ustedes ver, el reportaje de nuestro colega barcelonés no tiene desperdicio. A través del texto entrecomillado se puede apreciar en toda su crudeza el terrible problema que acosa a los vecinos. Luego, lo demás que he escrito no son invenciones mías, son hechos y datos recogidos en su reportaje por ese excelente periodista que es Jordi Negre. Trascritos a mi manera pero totalmente fidedignos. Y que se pueden encontrar en el periódico catalán. Porque creo, no estoy muy seguro, que ningún órgano informativo aragonés se ocupa últimamente de una forma tan exhaustiva de este asunto. Por eso he creído positivo el sacar a colación este reportaje que tiene como protagonista a un pueblo, un pantano, una empresa paraestatal y unos cuantos curas que no son contestatarios ni nada de eso. Pero que pueden parecerlo de un momento a otro, según como estén de reflejos los que ponen esa etiqueta despectivamente a la menor oportunidad. Y el que no se conforma es porque no quiere. José Manuel Porquet Gombau mateo E L Iflt^'. •••.·:·-· Vviv-·· .Mi R T E por POLONIO Hacía tiempo que mi tío abuelo Ulpiano no me molestaba, hasta que hace unos días, a altas horas de la madrugada, me llamó por teléfono para que acudiese al día siguiente a comer a su casa. Sobre todo, me insistió, ven antes del «parte». —¿De qué «parte»? — Del parte de noticias. Al día siguiente, cuando nos sentamos a comer y mientras su vieja sirvienta — Mariica la sorda — nos servía el primer plato, mi tío, dejando sobre la mesa un enorme transistor, me prohibió hablar y nos oímos toda la emisión de noticias en silencio, tan sólo entrecortado por algunas exclamaciones. Cuando terminó de hablar Hermida suspiró: «A éste no le entiende nadie». Cuando lo hizo el corresponsal de Roma exclamó: «¡Chúpate esa!». Tras el monólogo cantarino del corresponsal en Londres susurró: «¡No hay quién lo arregle!». Y cuando Pedro Wender — ¡mí admirado y querido Wender! — desconectó su poderosa voz desde Bonn, mi abuelo —que andaba ya cortando la carne nervioso — dio un golpe en la mesa y dijo: «¡Y éste, por si faltaba algo!». Hice un gesto de extrañeza con los hombros, quise hablar y me cortó: «No digas nada y sigue escuchando». Por el postre llegamos a los deportes y la selección española se encontraba en plena forma y con muchas ganas de triunfar. Le sonreí, pero con la mano me pidió paciencia. Justo en el instante en que doblábamos las servilletas, las voces del locutor y de la locutora, comentaban los últimos «sucesos» acaecidos en el mundo: «Una mujer asesina a su marido; dieciséis niños mueren abrasados en París; dos terroristas ponen una bomba en Colonia». A la hora del café le dije: — No entiendo nada. — Te lo voy a explicar — y tomando el café a pequeños sorbos añadió — : Tú sabes que tengo unas tierras en el pueblo, unas casas aquí y unas acciones bien cotizadas. Había pensado venderlo todo, dejarle unas perras a Mariica para su retiro, y el resto gastármelo en hacer viajes. Viajes por el extranjero: Francia, Italia, Suiza, Alemania, Inglaterra, etc. Los viajes han sido siempre mi ilusión y ahora, viejo ya, pensaba gastarme mis últimos cuartos en esta aventura. — Me parece estupendo y no sé por qué no lo vas a hacer. —Precisamente te he llamado por esto. Desde hace unos días vengo escuchando el parte: Italia, según él, está al borde de la guerra civil, los obreros ocupan las fábricas, y unos, a los que llaman misinos —igual que a los gatos— andan hablando de or- ei aedo en e ojo den y desarrollo. En Francia están a punto de las elecciones y un comentarista, corresponsal en Europa, explica, de modo que yo no lo entiendo, que si gana Pompidou, ganará la democracia; y que si gana la izquierda unida, ganará el totalitarismo. En Inglaterra está todo el mundo en huelga; en Irlanda a bombazo limpio; y en Alemania, según Wender, el desorden es total y la crisis inminente. Si a esto añades las crónicas reiterativas y compungidas de Hermida, desde los EE. UU., y el parte de asesinatos, raptos, drogadictes y compañía, tú me explicarás las ganas que uno tiene de salir de aquí, del rinconcito, del brasero lo cal. Me miró detenidamente. En sus ojillos había un enorme deseo de que le dijese que no hiciese caso, que aquello eran exageraciones; pero como yo soy televidente asiduo del telediario, «noticias a las tres» y de «24 horas», pensé un buen rato y al final le propuse: — ¿Por qué no te vas a Málaga? —Pero yo quería el extranjero... — Mira, tío, el extranjero es el extranjero y tú no has visto en imágenes el parte. Vete a Málaga. — Bueno, pero ¿por qué a Málaga? — Allí está la Selección. Allí van a Jugar contra los griegos, el tiempo es estupendo, Kubala está en un gran momento, y la Selección, después del éxito de Atenas, va a hacer maravillas. Mi tío abuelo se quedó meditando un buen rato y poco antes de despedirnos me dijo: —Nada, me voy al extranjero. Al fin y al cabo ver una ciudad ocu pada por los metalúrgicos, un debate político en Televisión, o ser testigos de los ataques de los laboristas a Heath, son cosas que no se ven to dos los días y uno ya no anda en años para esperar. En la calle me di cuenta de que mi tío abuelo Ulpiano siempre había sido un tanto derrotista y pense; «Cosa de viejos». RESTAURANTE SOMPORT JACA (Se come bien)