amlalán Si; yo me considero un patriota. Palabra traída y llevada a gusto del momento. Prólogo y colofón a cruentos holocaustos. Razón suprema de demoliciones de la inteligencia. Coartada de los bárbaros en sus históricas sarracinas de pechos populares. En nombre de la patria y el patriotismo hemos presenciado innumerables desafueros en la historia de nuestro país. Los privilegios feudales, el expolio oligárquico, el cavarnicolismo y la negación del «peligroso vicio de pensar», la burla o aplastamiento de la democracia, la infatigable explotación det pueblo, ae han enmascarado a menudo bajo eí epígrafe de patriotismo, se han cristalizado en la férula de los ideates de la España Eterna: expresión mitológica, sobre todo referida a una nación, cuidadosamente instrumentalizáda por las oligarquías durante más de dos siglos. A los que se rebelaban contra este estado de cosas en lo político, lo cultural, lo sindical, lo técnico, lo científico, se les colgó por las modernas inquisiciones el sambenito de «enemigos de España»; expresión lapidaría de defunciones históricas y aun de muertes civiles a más o menos corto plazo. Nuestra historia contemporánea nos descubre sin embargo toda una corriente que plantea que el patriotismo se mide por la vinculación social y no por la sangre, el acero 0 el oro. El patriotismo se define como la capacidad de asumir y dar respuesta a los problemas de la sociedad española. Está en función de la actividad social de los individuos, de su capacidad para captar el momento histórico concreto y de la naturaleza de sus proposiciones que supongan avancés en la estructura social —política, económica y cultural — española. Esta forma de patriotismo es expresión de los sentimientos de libertad, justicia, progreso, respeto a todas las formas de pensamiento, rechazo de la barbarie, gobierno emanado de la voluntad popular, reparto de la riqueza según el trabajo de cada uno, acceso masivo al disfrute de la cultura, etc. Este patriotismo que huye de la demagogia y el grito desaforado, al que no preceden brillantes paradas zarzueleras, no ha tenido nunca un porvenir halagüeño en nuestro país. Ha sido patrimonio de la intelectualidad más consciente, de las clases medías ilustradas, del movimiento obrero más responsable y organizado. Una vez más, fue Joaquín Costa quien en los comienzos de siglo apuntaba con voz tajante la necesidad de imponer este patriotismo real sobre el oficial, construido sobre hazañas esporádicas y una crónica de heroísmos individuales de nula trascendencia para la constitución civil de la sociedad española. A ello oponía una nómina de nombres esclarécidos que habían propiciado los intentos de nuestro pueblo por constituirse en sociedad civil. Partiendo de esta óptica podría hablarse del patriotismo de Fernando de Aragón o Carlos ill de Borbón, como gobernantes — cada uno en su situación concreta de desarrollo de las fuerzas y relaciones productivas, de la técnica y dé la ciencia— europeistes, antifeudales, dialogantes y asimiladores del sentido específico de la política como forma de convi¬ vencia y de gobierno de las naciones. Aquí tendríamos que Juntar a Jovellanos, Moratín, Agustín de Ai* güelles. Larra, Pascual Madoz, Fiórez Estrada, con Pablo iglesias, Jaime Vera, Antonio Machado, Núñez de Arenas, Díaz Ramos, Manuel Azaña, Largo Caballero, Valle Inclán y muchos más, intérpretes, cada cual a su modo y en su momento histórico, de determinadas aspiraciones del pueblo español. Todos ellos forman parte de la historia de España y lucharon por transformar y constituir nuestra sociedad en una comunidad de hombres libres e imponer la justicia y el respeto sobre la corrupción y la arbitrariedad. Para romper el binomio oligarquíapopulacho, protagonista de todos nuestros cataclismos históricos con* temporáneos y responsable de nuestra tenue orfandad democrática, es siempre necesario partir de la comprensión y revitalización de estas tradiciones patrióticas, expresión de lo mejor de nuestras virtudes éticas, de las más altas cotas de pensamiento, de la más profunda vinculación social. Nuestro presente precisa de opciones impregnadas del espíritu civil y democrático que arranca de las Cortes de Cádiz y llega hasta nosotros a través de todas las grandes empresas colectivas del pueblo español. Ningún programa político que eluda esta herencia nacional democrática podrá servir a las necesidades actuales y futuras del pueblo español. No he querido enfrentar dos tipos de patriotismo sino plantear que en definitiva, quienes vocean su patriotismo y hacen profesión de fe diaria y ostentosa no hacen por lo general sino defender sus privilegios de clase y casta: un orden social injusto y antihumano. Ellos son — como Costa lo dijera de la oligarquía de su tiempo— los que verdaderamente actúan contra el pueblo español, expolian su patrimonio, atentan contra sus libertades y lo alienan a través de los múltiples medios de coerción cultural de que disponen. Las masas trabajadoras, las gentes que investigan y hacen progresar la ciencia, la técnica y la cultura en cualquiera de sus formas, los apasionados por ta libertad y la democracia, por la emancipación global del hombre, no necesitan pregonar su patriotismo porque lo refrendan constantemente con su práctica cotidiana como ciudadanos. Elloé son la encarnación del auténtico patriotismo que constituye a los pueblos en sociedades civiles, responsables de su gobierno, ilusionadas por la construcción de su futuro. En estos días en que uña vez más el patriotismo hay que demostrarlo con hechos, eludiendo la retórica vacía desligada por completo de la realidad y de los comportamientos de sus portavoces, yo saco de mi cajón de ciudadano y de ser histórico estas reflexiones esquemáticas. Si queréis, es mi batalla por la Razón donde un medio y una convivencia irracional dominan cobijados bajo el manto de la aparente razón suprema del dinero y el ansia de poseer como finalidad del hombre en Sociedad. Por todo ello me parece importante afirmar que el patriotismo es otra cosa y que yo, humildemente si queréis, me COnfiéso un patriota militante.. JUAN ANTONIO HORMIGON lli m «Desde Covadonga unlmonos gozosos pidiendo guerra espiritual reconquista campos de España». Telegrama enviado por IJCIS a a monseñor Guerra Campos, ¿Qué pasa? > 14-1-73. "Cuando se erige como modelo al anticatólico Giner de los Ríos (...) la barbarización universitaria viene sola". humilde acto de presencia, / me' siento muy feliz al recordarlo... I ... Un largo besamanos que no ataba... / cansancio que no agota su sonrisa, / Bs: padre, y ya es pastor... se da a las almas. / Un nuevo amanecer tucé en su vida. I Por fin, es todo nuestro. Le rodeamos, / pedimos nos bendiga y nos bendice. I Y añade unas pa labras de regalo. / Marchamos de palacio muy felices." %EL PASMO DE Jaime Tarragó, Fuerza Nueva, 74-7-73. «Yo soy reaccionario y a orgullo lo tengo». A. de Figueroa, Duque de Tovar. ¿Qué pasa?, 14-7-73. ¡Quién ta duda, señor Duque! "He sido afortunada. He estado en Cuenca; / he visto a Monseñor, le he saludado, I he hecho M. N. Sanniaríí, ibid. ¡Por fin es todo suyo...! {Enhorabuena! EL PASMO DEL QUINQUENIO "Para mi es un tremendo sacrificio (aceptar la Presidencia) porque los años no pasan en balde". J. D. Perón, por Radio y TV. Informaciones, 14-7-73. « VIENE €L . Vi Por POLONIO en e ojo Hay momentos en que la nottalpL, gritó, resonando por entre el cefutbolística puede más que la sé mento romaderesco: na juliesca que, por estas latitud», ..Doscientos mil! iDoscientos mil! estamos soportando. No entiende y emocionados, regresamos a la muy bien por qué durante ios mmk^ del Rabal, y redactamos esta de verano se nos tiene sin miaja di ^fta que a usted, señor Director de fútbol. Creo que se deberían tw 5^ enviamos con el ruego de mitir, desde la América Hispas, ¿llcación. partidos de las ligas aquéllas, ehon que andan por allí en puro invierno Lo que es superior a las fuerzas à cualquier celtíbero bien nacido « aguantar, sin fútbol, el Tarde para Todos de la teuve patria. El resto de! año uno soporta las estupidecet vespertinas de ese programa con la esperanza del partido de fútbol, o bien uno anda dando gritos en el graderío local y cuando regresa a casa se encuentra al Rigoli en las últimas bocanadas, y hasta te reí tan simpáticas las moñadas de Wolf— esa paisana con nombre anglosajón, para obtener mejores contratitos—. Pero en verano, no hay quien los aguante. La otra tarde, mientras el calo arreciaba en las afueras, estaba en mi peña deportiva, «Los hinchai del Rabal», inspeccionando y revil «limo. Sr. Alcalde de la Inmortal ¡udad de Zaragoza. Muy Sr. nuestro: Nos hemos enrodó de sus objeciones a la anv Ilación de «La Romareda», o a la de un nuevo estadium mu. Nos parece muy mal y no {estamos de acuerdo. las pegas que usted pone parece ser que son de que el Ayuntamiento too tiene dinero para eso y necesita jel poco que tiene para obras de sasaneamiento, enseñanza y [otras menudencias por el estilo. A el que hagan salubres los nos parece una solemne tontería, Las gentes de los barrios son Migrantes de pueblo y están todayt vía habituados a ir a buscar ei agua a la fuente y a hacer sus necesidaen la parte posterior de las ca¬ sando los nuevos fichajes, y corapalsas, o junto a las tapias de los antirando los nuestros con los J' restantes equipos de primera sión, cuando apareció Emilio «el Iotas» — porque en tiempos fue pal tero del equipo a o al Hospital, pero Gancho — , y me invitó a Ir hasta « Romareda» para ver de cerca y probar el grito de alarma la por nuestro Gran Jefe, el señor Zs| ba. No me apetecía mucho echa a la calle, pero cuando e! deber ma. Jas comodidades físicas hay q» dejarlas a un lado. V como un hon bre entero, seguí al Emilio. Durant el trayecto mi amigo me fue com tando la realidad de las decí nes del Presidente: «Sí queremos ic equipo fuerte e importante, necesl tamos un gran estadium donde qiÉ; pan muchos espectadores» Llegamos a «La Romareda» y • ojos casi se me cubrieron de lási mas al ver la soledad reinante enF «ampos de fútbol —léase ToJertK Respecto a ía sanidad, caenfermo que se las arregle como Unos que acudan a la Cruz i"!8^ de excusa Para no ínWiru os buenos cientos de mülo- ' «n la construcción de ése nuevo f8" estad'um que todos apete- se imagina, señor Alcalde, — uo la inauguración, entre el norme griterío, descorriendo la corMía de la lápida conmemorativa? es como usted pasaría a la his«ia y no gastándose las perras en yuelas, institutos, saneamientos y ras cosas de este calibre. Si no, a lo famoso que es don Bernabeu '0 poco conocidos que son Galdós, Marcelino Domingo, u otras persoque se dedicaron a esos menes8 a los que usted quiere dedial erario público. los graderías. Cerré los ojos, q«'JiS6ñor ^ j""* oír el griterío de las tardes de tiíf feña e| R^e' en nombre de fo, pero el calor era superior a ifraredai mZ!.'6 Peímos: ¡Más fuerzas y me fue imposible guirlo. A mí, personalmente, «LaJt mareda» me parece bastante de, pero mi amigo me desengí pídamente haciéndome ver las «Sj ñutas dimensiones de las graá los dos «goles». —-¿Te imaginas lo que sería si aquí cupiesen cien mil esf dores? Emocionado me atreví a suc —¿Y por qué no dosclontoí Emilio dudó unos instad enfervorecido por mi ^CE r,amos ^ el ""evo 4o íT ^ fa,ta es «ue ^ntas tro fletemos ^a!»YÍargantas: «¡AuPa el ^n hasïr dos lingos X ¿qué Ia analfabetos. Y t9r¡»o y aL,V,ení,0 saber ^ ciento (ínmpasar,0 a íos res- W afJL° enta y ""evo? ^^eirn,:s Següros 61 ""evo estadium. PEL RABAL Un par de veces al año varios amigos, compañeros de trabajos —por lo del pluriempleo—, de indignaciones y bastante coetáneos, nos reunimos en tomo a una larga mesa donde entre plato y plato desgranamos noticias, interpretaciones e intercabiamos iras y soluciones. Después vamos a alguna parte. En ocasiones anteriores fuimos à hundirnos en las entrañas no exportables de una sociedad represiva que aspira a ser europea. Ibamos con intenciones sociológicas; nuestro objetivo ño eran los espectáculos, protagonizados por viejas glorias de más de sesenta años; nuestra mirada y comentarios tendían a un público que por treinta pesetas, consumición incluida quería ver las ligas de una provecía anciana que, con inconfundible voz chillaba para el respetable algo que, ciertos gallos y lo poco que de la letra se entendía, permitían identificar como O «ole mió, Aquello era fuente inagotable de estudio. El poco trozo de muslo fofo y blanquecino que las abuelas brindaban tacañamente al vocinglerante, cubría, con creces, las necesidades posibles de quienes sabían que para ver más se tiene que disponer de 700 pesetas, buena ropa y acudir a un antro, con portero de gorra y entorchados, de la parte alta de la ciudad. Por treinta pesetas no se puede transgredir la moral, la moral es algo serio y sólo a partir de cierto nivel adquisitivo las tijeras se es tán quietas. Pero para iniciar la preparación de la noche del sábado, para ir entrando en harina y llegar, con las debidas disposiciones, a la asequible feria callejera donde se cerrará el trato, las varicosas extremidades inferiores de una pobre mujer de falda gris y jersey verde que — según afirma en escena — , fue la bella Otero de los años treinta, cumplen su función de sucedáneo. La vedette, acabadas sus actuaciones, se ponía el abrigo negriverdoso, tomaba de encima del piano un bolsón de plástico marrón, por el que asomaba la barra de pan y se largaba. Los de las mesas ya lanzaban frases intranscribibles a los noventa kilos de una menopáusica, rebutidos en unos rodillos algo más duros que los anteriores y que amenazaban reventar el suéter negro-ceñido, a los aires de la mujer morena llena de pena que Julio Romero de Torres pintó en un billete del Banco de España con inconfundibles influencias de los prerrafaelitas. Pero en eso no pensaba el público. Y no pensaba en eso porque no le habían enseñado a crearse otras necesidades vitales. Y -no se lo habían enseñado por culpa del nivel adquisitivo. La otra noche decidimos divertirnos al margen de la investigación sociológica. Alguien propuso una discothèque, no muy cara, de los hauts quartiers. La fachada era como de acero inoxidable y la puerta redonda. Un portero, con uniforme de tambor mayor del ejército de Ghana, nos abrió las puertas. Había guardarropía y para ir a la sala se bajaban tapizadas escaleras de. caracol. La sala en cuestión era el círculo perdido det infierno dantesco: hirientes luces de todos los colores giraban vertiginosamente chocando con los móviles metálicos que pendían del techo y cegando a los asistentes; en ocasiones se padecía un alucinante chisporroteo lumínico: la luz se encendía y apagaba como un flash, con tal velocidad e intensidad que los instantes de no ver —pero lo que se dice nada—, hacían que en los que tocaba ver la sala se viera como cultura Dopular Y espectáculos una sucesión de fotos Jijas... La perfecta concordancia luz-sonido —¿o sería más exacto decir ruido?— resultaba fascinante. Los furiosos redobles de batería determinaban los giros luminosos, los cambios de tono musical variaban los colores, el chisporroteo venía impuesto por la loca carrera de todos los elementos orquestales, en liza por ver quién corría más y produciendo más fragor... No entendí ni oí la lista de posibilidades bebestibles que me chillaba el camarero, en un inútil intento por superar la barahunda; cuando me pareció sdije, "de eso" y ni al tomarlo pude averiguar de qué se trataba. En las pistas entreveía gente contorsionada, posesa, agitaban brazos, cabezas, cuerpos, chillaban más que la música. Los rostros eran la exprèsión máxima de la obnubilación, del dejamestár. Para un oído medio era intolerable soportar aquella intensidad decibélica. Al rato me escocían los ojos de luz, de humo y creo que hasta de irritación metafísica. Al rato me fui y juré solemnemente no volver a pisar la estridente civilización —aquí hay ironía— del estrépito luminescente. Pero, ¿qué compran esos mozos y mozas por 200 pesetas? Allí no se puede hablar, ni pensar, ni ver, ni oír, porque el ruido llega a ser ensordecedor. Allí dan un matarratas intestinal, ruido inidentificable y el detecho a cegarse y sacudir las visceras. Luego recapacité y v¿, qué aquí no hay nada dé que hablar, salvo de fútbol, de la lotería — cuando és tiempo — y de discos y demás artículos a la moda. Los demás temas de conversación que podrían interesar a tos jóvenes —aquí interesaron en otros tiempos — están fuera de su alcance porque o están sin legislar, o ni se plantean a nivel de posibilida¬ des, o han sido barridos de sus mentes a niveles prácticos. ¿Qué s van a hacer unos jóvenes que ya no pasan hambre y disponen de 300 pesetas semanales para sus ocios? De verdad, ¿qué otra cosa van a hacer si aquí no hay nada que decir, porque nadie pregunta nada; si no hay nada que decidir, porque todo está decidido y lo que falta por decidir, pues ya se decidirá y un día amanecerá decidido — como la Ley General de Educación, por ejemplo, y no han valido opiniones, protestas, ni consejos — ; si no hay nada que pensar porque con decir amén a todo ya se puede ir tirando sin problemas y cuando piensas te desesperas, porque de ahí no puedes salir? En la discothèque uno llena sus vacíos ideológicos con algo tan alienador que no se cae en su cuenta. Es la época de ideas tan carcas como la de la "anticultura" y el "vitalismo" ése; ideas que además de conservadoras — pese a la forma pseudo-incorformista que las recubre, à niveles estéticos y extemos — son insólidarias, antisociales y que sólo pueden salir de boca de los señoritos que se han permitido él lujo de ver la cultura de cerca. Un albañil no lo dirá; un tornero protestará de que su hijo, que es inteligente, no tenga -una carrera y acusará a la cultura de clasista, pero si tiene un mínimo de conciencia, insultará —y yo lo he visto — a los de la "anticultura" y "lo importante es vivir". Ayer, sin ir más lejos, mi fontanero se m$ quejaba: "Es que usted no sabe lo que yo daría por saber, porque a uno le dicen cosas y uno K no sabe si lo enredan o qué y a mí me gusta mi oficio pero, ¿y luego? Yo le veo los discos y, de verdad, a mí me gustaría saber quiénes son los que ' hicieron la música y poderla oír y que me gustara. Dígame usted, cuando en casa mi chico pone discos del Manolo Escobar, ¿no sería méjor que oyéramos algo más culto y con más calidad?" Me quedé pensativa. Es cierto que en boca del buen Juan la palabra "cultura" o la voz "calidad" tienen un significado propio, pero tremendamente digno; en sus labios el respeto reverencial por la cultura es una denuncia: ahí está el engaño de quienes no les permiten seguir estudios, porque no tienen dinero para hacerlo; porque a los catorce años su familia no pudo prescindir de que ganaran un salario, o ni se lo planteó... luego son fontaneros, electricistas, albftñiles, trabajan en una oficina, en un taller o en una fábrica y allí hay determinados productos de consumo —desde la marca del coñac, hasta la música y el color chillón de la ropa— que nada, o poco, tienen que ver con los productos de consumo de otras clases sociales. La profunda frustración de Juan debería ser tema de meditación para cuantos creemos en la cultura y en su función social — a cambio de que se transforme la actual infraestructura, claro—, para cuantos sabemos que el estudio no es respeto reverencial a lo consagrado sino constante crítica, planteamiento ininterrumpido de problemas y honrada búsqueda de soluciones. Llamé a un conocido, asiduo de las discothèques y le dije cuánto pensaba: "Mira Orosia, dijo, tienes razón y te aclararé algo. Nosotros, mi generación, hablamos poco hasta en casa; allí se pone la "tele" y ella lo dice todo; en mi grupo tenemos nuestras preocupaciones religiosas, sociales y políticas y los ratos que hablamos lo hacemos sobre bases de auténtica confianza. Con las chicas ya no hay temas tabú y no hacen dengues; nosotros ya no vamos "a ver qué se saca" para luego comentarlo y aunque se diga que no les tenemos respeto, es méntira: ahora no pasa nada que antes no se haya hablado seriamente y decidido de común acuerdo. Leemos cosas que no son los sudamericanos ni nada de eso, pero hay publicaciones que hablan de un fenómeno español llamado Picasso y que. perdimos, de Bangla Desh, de la guerra del Vietnam en muy mal tono, del racismo... No es mucho, pero tampoco sabemos ni nos han enseñado a hacer más. ¿Por qué no te metes con los universitarios asiduos de la discothèque, porque ir de vez en cuando no significa nada sino romper la diaria rutina, a ellos sí les dicen lo que no oigo yo en ía oficina?' Y ahora Orosia, en confianza, ¿te parecería más formativo que fuera a un pseudo strip tease de diez duros?" , Salí de la conversación llena de confianza y pena. Si los chicos están así, a pesar de las discothèques, la publicidad eonsumista y la falta de reconocimiento dé sus opiniones, ¿cómo podríamos tenerlos si fuésemos sensatos y lleváramos a cabo una auténtica labor educativa e informativa, a todos los niveles: colegios, programas de estudio, medios de comunicación? Si un día hacer una instancia original sirve para algo, pediré, además de un ministerial autónomo de sanidad, un ministerio para la juventud. Y no habrá que cerrar las discothèques, habrá que reestructurarlas para que distraigan y ala vez cooperen a esa labor total de toma de conciencia en la que todos deberíamos estar metidos. Conste que diversión no está reñida con responsabilidad, ni la amistad con la polémica, ni el T.B.O. con Galdós. ORQSIA MAIRAL mB^mmmmm