amlnláu 3 PUESTO que no ha sido un viaje protocolario, hay que preguntarse a qué ha ido el Rey a ¡os Estados Unidos. Algunas cosas han quedado claras ahora que Juan Carlos se halla de vuelta en Madrid, después de un viaje en el que visitantes y visitados han oído justo lo que querían oír y que se oyese. El Rey no fue a Washington para impulsar la aprobación del tratado bilateral, porque sólo un escollo burocrático ha impedido que esté ya firmado. Muchos comentaristas han querido ver en la importante operación de relaciones públicas del monarca español una batalla a distancia contra el inmovilismo franquista, más conocido como «bunker». Pero tampoco ha viajado para eso Juan Carlos, al menos como fin primordial. El Rey ha visitado el centro de poder más decisivo de Occidente para consagrar y hacer irreversible la solución española que él encarna: la reforma coronada del franquismo. Con otras palabras, para que cualquier intento de ruptura sea ya imposible dado el valor específico del aplauso norteamericano. APOYO A LA REFORMA Es claro que no se precisaba un viaje como éste para reafirmar el apoyo del coloso americano a la «solución Juan Carlos» como salida a cuarenta años de dictadura que nada han preocupado a los Estados Unidos. El Rey no necesitaba hacer méritos ante el Congreso o en la Casa Blanca. Pero la Reforma sí necesitaba que se supiera con quién está y hasta qué punto va a ser importante el apoyo de los Estados Unidos. Este era el fin del viaje real y así ha sido entendido a ambos lados del Atlántico. Los efectos no tardarán en verse. Ha sido un viaje exterior para uso interno. En un momento en que los vaivenes y traspiés del reformismo estaban alcanzando cotas peligrosas, este viaje va a permitir dar algunos pasos adelante, reforzar el ritmo, barrer sin miedo algunos obstáculos y hacer algo más rectilíneo el proceso por el cual EL EMPUJON AMERICANO^ por CARLOS LASHERAS 15 DIAS DE ESPAÑA No ha sido un viaje protocolario. las mismas fuerzas e instituciones que durante cuatro décadas han suplantado la voluntad democrática de la mayoría van ahora a «otorgar», sin el concurso de nadie, la Democracia. El Rey, los elementos más claramente reformistas del Gobierno y las actuales instituciones ya han empezado a capitalizar el espaldarazo público de los Estados Unidos, puesto que de eso se trataba. EL FONDO DEL ASUNTO En los dos discursos más importantes pronunciados por el Rey en su semana americana — ante el Congreso y en la cena del Waldorf — , sus palabras señalaron las dos ideas más tranquilizadoras para los intereses económicos y políticos estadounidenses. Ante el Congreso, ÍLTRADíRÍCHIsFA Amenazas, insultos, destrozos, pintadas apocalípticas, provocaciones. Pistolas. Escenas de violencia en la universidad, en iglesias, en bares, en la calle misma. ¿Qué motor mueve esta tensión, esta planificación del terror ciudadano en pequeña escala? ¿Qué esperan conseguir con todo ésto quienes emprenden una y otra vez la dialéctica sórdida de la insinuación del caos, de la venganza de ultratumba, de la impunidad del crimen? Muchos son jóvenes: descaradamente jóvenes para reivindicar una historia que demuestran no haber aprendido. En algún sitio se reúnen, dividen tareas. En algún sitio ensayan movimientos y golpes. Disciplinan actitudes de acuerdo con algún plan concreto. Se repliegan, se esfuman. Reaparecen y actúan al descubierto. Dejan escapar intenciones secretas, nombres. Están organizados para la violencia. Debemos denunciarlos. Zaragoza ha sido escenario de todo el proceso de ajustamiento en la opción de la ultraderecha. Hará poco más de un año que hablábamos de un fascismo militante en la ciudad, tomando posiciones, preparándose. Franco aún vivo, aspiraban a un agrupamiento de masas en el bunker, preveían maniobras políticas. Hoy sienten que el país les ha fallado y, aislados, quieren que, cuando menos, sepamos que están ahí, que existen, que sobreviven, siquiera físicamente. Y nos quieren imponer su corporeidad, la potencia de unos músculos de nuevo reclutados para la ceremonia del miedo. Sin más programa que la acción misma, esperan que ésta rompa por algún lado una situación que no entienden; que la haga incomprensible para todos y, entonces, tener campo abierto da igual para ir a dónde. Sr pudieran, dictarían leyes ancestrales. Volverían a arrasar metódicamente. Pero muchos de los principales resortes se les escapan o están ya definitivamente herrumbados, hechos girones. Ahora sólo les queda escoger objetivos, señalarse enemistad e muy concretas: la prensa, dirigentes, núcleos de vida social, elegidos con la extraña lógica de la paranoia. Necesitan olvidarse de la gran mayoría, saltar al terreno de la guerra de bandas. Necesitan crear un oponente de sus características y forcejearán, hasta que lo consigan si no sabemos bien mantenernos los demás donde ya la historia, nuestra historia, ha colocado el eje de los cambios. Qué más quisieran ellos que una respuesta en su mismo lenguaje. ¿Dejaremos que nos hagan sepultureros del fruto de nuestra esforzada consecuencia civil entre las masas? Juan Carlos vino a afirmar su deseo de que la monarquía que personifica adquiere el carácter inequívoco de una monarquía constitucional, en el sentido de que el rey reinará pero no gobernará, mientras que el Gobierno se habrá de formar en base a los partidos políticos que consigan, en elecciones por sufragio universal, el dominio mayoritario del legislativo. Tal afirmación en la boca del sucesor de quien afirmó que todo estaba atado y bien atado, tiene una indudable trascendencia porque las actuales leyes y las instituciones creadas por Franco no permitirían, por sí mismas, una monarquía constitucional en la que el poder ejecutivo surgiera directamente desde la soberanía popular. El Congreso americano no hubiera entendido otra fórmula de democracia — el calificativo de «es¬ pañola» no debe estar muy prestigiado en lo tocante a democracia — y el discurso fue en ese sentido una verdadera novedad. El Rey, calificado por Areilza como «motor del cambio», daba así la razón a su ministro de Asuntos Exteriores y a cuantos sospechaban que aspira de momento a ser algo más que una figura, en favor de la consolidación de la Monarquía. La clave de esta actitud podría estar en el segundo de ¡os discursos aludidos, el de Nueva York, cuando al final de sus palabras presentó a la Monarquía como la garantía de la estabilidad social en España, estabilidad que preocupa, bastante más que la democracia, entre quienes le han recibido en los Estados Unidos. Lo que pasa es que en{ Washington —donde nadie le habló al Rey sobre la necesidad de legalizar todos los partidos políticos, incluidos los comunistas — saben muy bien que sólo un sistema de monarquía constitucional con juego para ciertas fuerzas de la izquierda puede frenar un cambio brusco en uno de los puntos más vitales de la estrategia norteamericana. £1 viaje de los reyes y de Areilza por los Estados Unidos venía a ser así la constatación de la absoluta coincidencia de intereses entre la superpotencia americana y los impulsores de la Reforma en España. Creemos que ese es el fondo del viaje a Washington. DEMOCRACIA A LA AMERICANA Lo que eso vaya a significar respecto de la política inmediata en España se verá pronto. Es muy posible que los editoriales del «New York Times» o el «Time» sobre la inconveniencia de que sea Arias quien dirija esta etapa histórica en un país rodeado de malos augurios para los Estados Unidos, acaben con la figura política del último jefe de gobierno de Franco. Es muy posible que el ritmo de reforma se apresure para intentar dar una imagen de estabilidad política y social. El respaldo americano para dar ciertos pasos menos raquíticos que los dados hasta la fecha podría permitir, en una situación de despolitización masiva y de falta de libertades reales, devolver a la mayoría la esperanza de que algo está cambiando y de que por este camino se puede llegar a alguna parte. En suma, con el respaldo americano se puede correr lo suficiente como para que la alternativa de la oposición democrática — gobierno provisional que garantice la elección de unas Cortes constituyentes que definan con participación de todos los españoles cuál ha de ser la forma de Estado para España — quede sin la suficiente fuerza como para imponerse. A eso se le llama, en los Estados Unidos, democracia. Ai menos, para España. Lo ocurrido aquí en los días anteriores al viaje y durante éste es una prueba más de que la visita a USA era necesaria, si se deseaba salvar la continuidad del sistema. La polémica sobre la denominación del desfile de la Victoria de media España sobre la otra media, la institución de una fiesta nacional el 24 de junio respetando la del 18 de julio, y sobre todo las repercusiones que han tenido las informaciones sobre supuestos malos tratos y torturas a algunos detenidos en el País Vasco, demuestran que el atolladero de la política española es de los que no tienen salida. Y así, mientras se pone en libertad a Camacho, Aguado y Dorronsoro, continúa en prisión García Trevijano y la estrena por primera vez en su vida Calvo Serer. Un país así no puede ofrecer demasiadas garantías a los Estados Unidos en un momento en que Italia, Francia y Portugal preocupan máximamente al Pentágono. Tras la vuelta del Rey se puede esperar algo más de lógica en el proceso reformista. Para que la ruptura sea imposible. r La sangre de este país ha bañado ya demasiados errores. La Administración de Justicia y el régimen penitenciario J7NTRE las numerosas contradicciones provocadas por la retórica reformista del Gobierno de la Monarquia en relación con la práxis, destacan por su importancia, las relativas a la Administración de Justicia y el régimen penitenciario. En tema tan trascendental para los valores éticos de toda Sociedad civilizada no es posible pasar por alto los problemas planteados por una Administración que endurece el trato con el ciudadano dia a dia y más aún con referencia a la nada suave era concluida el 20 de noviembre de 1975. En la nota publicada el 29 del pasado mayo por el Consejo General de la Abogada . Española en el Pleno celebrado en Lugo, se enunciaban tales problemas en términos inequívocos: «Las reiteradas manifestaciones del Gobierno, anunciando una amplia liberalización de las relaciones de la Administración con los ciudadanos, permite esperar un criterio de creciente flexibilidad y de mayores facilidades para las comunicaciones de los Abogados con sus clientes privados de libertad. Desgraciadamente el Consejo Genera! observa, con grave preocupación, que en contraste con las referidas manifestaciones, viene produciéndose en los últimos meses un evidente endurecimiento en esta materia, traducido en medidas que obstaculizan la comunicación Abogado - cliente y en nuevas exigencias de tipo burocrático». Con la nota que se inicia con tales párrafos, la Abogacía española se ve obligada a comunicar a la opinión pública, ante la real situación de tema tan delicado, ante una serie de medidas adoptadas en las prisiones de Madrid y Barcelona, entre otras, asi como en las que existen presos políticos cumpliendo condenas que convierte la comunicación del Letrado con el cliente en una carrera de obstáculos burocráticos y materiales y se impide, nada menos que, en la primera entrevista a celebrar, la intimidad del coloquio (clave en la relación profesional) al obligar a la presencia de un funcionario. La falta de comprensión por parte de la Administración, ha sido clara y enérgicamente denunciada. Cualquier observador constatará lo absurdo de un endurecimiento con relación al régimen de Franco en vida de éste. Ninguna de las promesas, por autorizadas que sean quienes las hagan, ni ninguno de los proyectos elaborados por un Ministro de historial liberal, sirven para suavizar la actitud burocrática. También la inseguridad pública, en la que tanto sabemos los aragoneses, ha sido objeto de denuncia y, finalmente, se ha solicitado — a instancias entre otros, del Colegio de Abogados de Zaragoza — la comunicación del Letrado con el detenido gubernativo, medida que proclamada por el señor Garrigues en solemne acto celebrado ante el Rey, no se ha visto, hasta ahora, plasmada en la realidad. En el largo camino por la democracia, no es fácil saber cuándo se marcha hacia la meta o hacia atrás. Pero sin garantia eficaz de los derechos de todo hombre a una defensa imparcial; sin Abogados que puedan actuar libremente, no habrá democracia sino en el papel. Para que sea otra cosa es necesario desmontar toda una burocracia autoritaria. Ante éstos y otros problemas cuotidianos habrá que preguntarse si el auténtico Bunker es el que se encuentra en las Cortes o en el Consejo del Reino o más bien es el instalado en los escalafones de una Administración más gris que azul, pero, en todo caso, todopoderosa. Ramón SAINZ DE VARANDA J. D. E.