Cultura Sin duda, no es este el trabajo que esperarían algunos para conmemorar la muerte de Jorge Manrique. Sólo una parte de él se ocupa centralmente de su figura y de su obra. Perdonen. pues, la falta de ortodoxia que nos ha guiado en esta ocasión, pues vamos a mezclar temas muy distantes en el tiempo. Cuando escribimos estas líneas acaba de proclamarse oficialmente un alcalde socialista, con el respaldo de otras fuerzas de la izquierda, y cuando ustedes las lean hará quinientos años y unas horas que murió un gran poeta. La vida es asi. Jorge Manrique, El Silbo Vulnerado y la cultura ciudadana Se cumple estos días el aniversario de la muerte de un poeta, llevamos tiempos de aniversarios, conmemoraciones, homenajes postumos y todo tipo de celebraciones privadas y públicas en lomo a algún poeta, o en torno a lo que es su trabajo: la poesía. Festejar la memoria de los muertos, cuando esos muertos, sobre todo, nos han sido arrebatados vilmente, no ya sus cadáveres, sino el sentido global de su producción, y éste ha sido reducido y conducido por la policia de la cultura a las mazmorras de algunos departamentos universitarios, ¿onde la «ficha» tiene omnímodos poderes, tiene que ser algo que nos alegre. Arrancar parcelas de poder siempre tiene que serlo. Por lo mismo, arrancar parcelas de cultura hasta ahora reducidas a la delectación de unos pocos, o al secuestro de presidentes de ateneo, catedráticos insignes, es justo y necesario. Ejemplos recientes: Machado, Vallejo, Hernández, y, entre nosotros los aragoneses, el excelente de Miguel Labordeta. Recuperar no es manipular, ahora desde la izquierda, como creen algunos cuando muestran su extrañeza ante la intención de conmemorar el quinientos aniversario de la muerte de Jorge Manrique, poeta, para ellos, «reaeccionario». Esta, su muerte, y aquella su vida, están y estaban tan lejos de nosotros que ya, por sí mismo, era un poeta inofensivo, o lo suficiente como para que a nadie se le ocultara masiva y editorialmente su presencia, su ausencia, algunas composiciones y su nombre. Coincide este aniversario, en el año 1979 ya. con la victoria de la izquierda en los ayuntamientos principales, incluido el nuestro, merced a una unión que nunca debió de dejar de producirse: socialistas, comunistas y fuerzas democráticas y de progreso. Estòs ayuntamientos van a enfrentarse con un pasado reciente, que se hace actualidad visibilísima en muchos campos 'de la vida diaria de un ciudadano: especulación del suelo, deficiente distribución del espacio urbano, ausencia de zonas verdes, situación tercermundista de algunos barrios, etc. Pero también, y creo que ahora es un buen momento para recordarlo, con una deficiente organización de la cultura ciudadana. Hasta ahora limitada, desde amba, a juegos florales, premios literarios, dudosas semanas y ciclos culturales, utilizando para el'o un dinero que era nuestro, y We no fue utilizado, como la nayoría hubiéramos querido. Un ouen momento, pues, para replantearse esa organización mul'opal de la cultura, invitando a 'al menester a todo aquel que wga algo que decir. Por ejemplo, con todo lo relacionado a la poesía, a los poetas, a su acercamiento en todos los Públicos, con la liberación del se¬ cuestro al que estaban sometidos desde tiempo atrás. Con la presencia de la poesía y de los poetas en los centros de cultura de los barrios, con la promoción y financiación de debates sobre poesía, literatura en general o cualquier otra de las manifestaciones de la creatividad de los hombres. El Silvo Vulnerado, suficientemente conocido su nombre entre nosotros lleva dedicándose a estas tareas desde hace mucho tiempo. Creo que en Zaragoza han sido los únicos en acordarse de Jorge Manrique y de su quinto centenario, y han construido, en esta oportunidad, un espectáculo en su homenaje. Ellos siempre trabajan sobre poemas de diferentes poetas: Hernández, García Lorca, Neruda, Miguel Labordeta, han sido hasta ahora sus especialidades, junto con muchos de los nombres de la poesía aragonesa de ahora. El esquema de sus trabajos es simple y riguroso al mismo tiempo: se basa en una serie de elementos muy precisos. Por un lado el texto poético, como punto de partida. Por otro lado la dicción, y la gestualidad ajustada a él. Otro elemento es la música en directo, preferentemente de guitarra, que enmarca y delimita, pero que nunca «rellena». Y también, la luz y una blanca pantalla sobre la que se proyectan sombras. Digamos que es aquí, en la luz y en la pantalla, donde siempre hemos encontrado más reparos a la hora de analizar la globalidad de sus espectáculos. O dicho de otra forma: es aquí donde los de El Silbo Vulnerado deben investigar más. deben desarrollar más rigurosamente su creatividad. Buen experimento para un ayuntamiento democrático y progresista el de respaldar este trabajo o cualquier otro que tenga verdadero interés. Respaldar no es sólo no poner multas a los trabajadores de la cultura, ni no prohibir actuaciones. Respaldar al Silbo Vulnerado, a la poesía y al teatro en esta ciudad, es acondicionar locales, subvencionar trabajos, promover proyectos, etc. Esta vez han sido Jorge Manrique y El Silbo Vulnerado. Quedan en nuestra ciudad nombres para «entregar» al grán público ahora que va siendo posible: Pinillos, Anós. Tello. Gracia. Rey del Corral, Guinda, Gastón, Alegre, Teatro Estable, Teatro de la Ribera, el Grifo, la Mosca, Tantalo, y una larga lista de individualidades y colectivos zaragozanos hasta ahora desvalidados y apaleados y que tienen el camino y la obligación de reconciliar la cultura y la vida, y rescatar a la primera de las catacumbas, las capillitas. los juegos florales, y los santuarios donde ofician y se benefician unos pocos. Francisco Ortega Quinientos años de la muerte de Jorge Manrique «A do fueron a parar, o qué se hizo de, o en dónde, finalmente, ahora están, los placeres corporales, las ilusiones espirituales, el regalo austero, la rústica comodidad, la naturalidad del cotidiano vivir sencillo, el trato amable de los amigos, las pasiones contenidas por las amigas, la dulce mediocridad de un buen pasar económico, el olvido, por fin, de las batallas por un Poder, que se repartiría entre todos, sucesiva y alternadamente, sin locas y sangrientas ambiciones?». 'VVI ¿Esta utopía sería hoy la traducción de las Coplas? Podríamos hacer la prueba de la exactitud de esta versión, si con una edición mayoritaria de esos versos, puestos en mano del lector adulto (por fin, arrebatándoles a los chicos y chicas de BUP su exclusividad en la lectura de obra tan interesante, dicen), y pidiéndole un control de lectura-y-significado-del-texto, se comprobará que ésas, las que arriba digo, eran las ideas, paralelas, que brotaban de la mente de nuestros contemporáneos. Hágase la prueba (como dice Carlos Forcadell, con esos imperativos tan impersonales pero urgentes), edítense las Coplas, distribuyase el cuadernillo, compruébese la respuesta con muestreo gallup. Y veráse. Pero la coyuntura histórica es muy distinta, digo. Y el resultado de los dos discursos también. Difieren polarmente la ideología que segrega la escritura del noble entristecido, del XV-XVI, y la que propone nuestra lectura del XX, tercer tercio, en versión ecológicohumanista. Pero, veamos. Don Jorge, cuando se olvida de la muerte y de las glorias de su padre (que es lo más flojo del poema: estrs. XXV-XXXIII*), se acuerda del pretérito, inmediato, y de su periclitado valor. Y allí, en ese recuerdo del pasado, que nunca más ha de vol- "er, precisamente, consigue dar 1 tono de elegía por lo perdido. Es la tristeza del caballero: las cosas tan hermosas que ha dejado, y las que dejará: tez, juventud, agilidad; «la sangre de los godos», «los estados c riqueza»; «plazeres e dulçores desta vida»; reyes antiguos, con sus galanes; justas, «paramentos, bordaduras e cimeras»; damas, tocados, vestidos, olores; «las llamas de los fuegos encendidos d'amadores»; «aquel trovar», «aquel dançar», «aquellas ropas chapadas que iraian*. ; «l.i» \a\il!.is fahndas», jaezes. caballos, atavíos; los nobles, por fin. recientes, pasados ya por la flecha de la Mucne airada. (Esirs. IXXXIV). En resumen: por lo que tanto llora que llega hasta hoy su lamento, es exactamente lo que ama; pero no son sino vtrduras de las eras (que rápido se \a el verdor cuando c-l trillo > las gavillas llepant, no son sino rm-ioN de los prados (..que duran?). (Son las dos mejores melatoras de la huid», en lodo el poema). Y nosotros, en nuestra traducción contemporánea, ¿qué cspccílico lloro nos llevamos y cuáles son nuestros juguetes ya no hallados? (Léase el primer párrafo, de nuevo). Actitudes humanas, imperdonablemente perdidas para la utopía necesaria (los objetos que perdía Manrique eran algo consumistas, ¿no?, realmente perecederos). Pero ya no es Dios, ni la Muerte, ni siquiera los hados, los que se llevan, esconden o trasponen nuestros bienes. Sino la desatada locura de la plusvalía, que en todo y por todo demuestra y distribuye su consecuente opresión. «Recuerde» pues, vuelva a su cordura, avive la inteligencia y contemple cómo todo se nos va. Habrá que elahorai nuevos mundos en la convivencia grata de los hombres nuevos. Aunque va a ser difícil, una vez casi agostado, como está, por el fiero capital, nuestro campo de trasformaciones, nuestra Naturaleza, las ciudades con plazas, el aire nuestro: nuestro amor, Comp., por ejemplo, el último Materiales, Antoni Domènech; «Reconsideración del peor lado de la historia. (En una disyuntiva civilizatoria», nov-dic. 78, número 12. págs. 5-43). Luis Yrache • Jorge Manrique: Poesia. Ed. de J. M Alda Tesán. Cátedra. Madrid. 1977. «A la muerte del Maestre...» «¿Un espectáculo sobre Manrique? ¡Pero si ya hay uno en Madrid!». Con estas frases nos recibía hace unas semanas un eminente catedrático zaragozano, estudioso de la obra manriqueña. Y con esa idea condensada en esas 11 palabras podemos comprender el nivel poético y, por extensión, cultural de cualquier provincia española. Imagínense qué cantidad de «barbaridades» podríamos haber apostillado al muy eminente. No obstante, para no liarnos de entrada, optamos por esbozar una estúpida sonrisita, encogernos de hombros y ladear la cabeza, como pidiendo perdón. Y es que ya no tenemos ganas de polemizar con cualquiera que haga de la cultura un negocio o un coto ce¬ rrado. Hoy esos debates nos ^usta tenerlos en público, pero el buitre no baja a la tierra mientras la presa está viva. Pero esto no nos preocuparía (pues nos basamos en la obra del poeta, no en la de sus críticos) sí no fuera porque nuestro trabajo está dirigido a un público que no seria tan reducido si no lo hubiesen matado antes a base de escolares indigestiones de nombres, títulos, fechas y falsas demostraciones de que sobre autores y estilos ya no queda nada por decir, siendo obligatorio memorízar las doctrinales teorías del buitre que, comida la carroña del cordero, dice: «Era lobo con cuello de jirafa y trompa de ele- {pasa a la pág. 13) ANDALAN II