Quien haya leído en ANDALAN la entrevista y comentarios de Javier Delgado sobre mí, imagino que habrá sacado alguna información y cierta opinión favorable. Por el contrario, quien haya leído la entrevista de Ibarz a M/ Aurelia Campmany en ANDALAN, veinte días después, tendrá la absoluta convicción de que mi perfidia es absoluta, de que soy un criminal ambulante, tozudo calumniador de lo catalán y vergüenza de la emigración aragonesa en Barcelona, que vive allí tan ricamente. El que lo tiene peor es el lector de los dos números de ANDALAN, no tanto por escoger entre lo que yo digo y lo que la señora del puro dice de mí, sino para entender cómo ANDALAN, tras una opinión de su colaborador Javier Delgado, publica una sarta de insultos (que hay que suponer que son de su colaborador Ibarz, pero que pueden atribuirse igualmente a la dirección de la revista) que desmienten la moderada opinión de J. Delgado. Estamos en el derecho, el lector y yo, de que ANDALAN aclare si ha descubierto mi maldad tras la entrevista que me hicieron y en qué consiste ésta. Me parece muy bien que se publiquen opiniones opuestas sobre un mismo asunto, lo que no me parece concebible es que se suscriban por parte de una publicación las dos. El País no podría publicar mañana un editorial alabando a Blas Piñar o a Herri Batasuna acompañando una entrevista con alguno de ellos. Se supone que cualquier publicación tiene una línea más o menos coherente sobre los aspectos básicos de su razón de ser. ANDALAN, única revista aragonesa de entidad, debería tener alguna idea sobre la emigración en Cataluña. Mi caso confirma de nuevo que no sólo no tieríe el más mínimo análisis serio sobre el asunto, sino que no parece capaz siquiera de intentarlo. Con las fábulas dialogadas del , catalanoparlante Ibarz con Tarradellas pueden darse por satisfechos los lectores de la izquierda aragonesa. Ahora Labordeta va a sacar un disco sobre la emigración. Estupendo. Pero con análisis líricos, señores, a la larga no se hace politica. Tiene gracia que cuando el sempiterno Ibarz entrevista a Rojas Marcos sobre su posible participación en el Parkimento de Cataluña, la izquierda en Aragón siga alimentándose de episodios tan lamentables y ridículos como las Jornadas sobre la Emigración, en las que lo único que se puso de manifiesto es la increíble incapacidad política de los participantes1 aragoneses y su infantil admiración por el PSUC y el jabón que sin tasa administra a los que respetan su corral de votos. Tenía entendido que ANDALAN, tras el lío organizado con mi libro, iba a publicar una encuesta sobre la situación cultural de la emigración, donde voces autorizadas como Mainer, Carreras, Gil Novales y otros que no estén, como yo, en el índice del PSUC, opinarían con conocí- Lo que hay que entender y lo que hay que aguantar Federico Jiménez Losantes miento de causa. A lo mejor un día nos explican por qué se pierden ese tipo de informaciones y los lectores aragoneses reciben las de la señora Campmany. Voy a dar yo ahora una sobre ella, creo de interés. Cuando tras la censura editorial de mi libro más de un centenar de intelectuales catalanes y no catalanes firmaron una carta manifiesto de solidaridad (entre los aragoneses, Labordeta, Eloy Fernández, Emilio Gastón; entre los catalanes, Antoni Tapies, Lluis Llach, Cuinovart, Castellet). Biel Mesquida, por teléfono, le pidió leerle la carta para después, si le parecía, firmarla. La demócrata polifacética Campmany no sólo se negó a enterarse de la carta, sino que dio su opinión literal sobre el tema de esta forma: «todos estos tíos ya debían estar fuera». Hay que aclarar que la carta en absoluto se solidarizaba con lo que yo digo en Lo que queda de España, sino con el hecho ideológico de que pudiera publicarlo, tanto más cuanto que la negativa provenía de una revista. El Viejo Topo, que ha hecho dinero con «la reconciliación de la i/(jii¡crda». Pues bien, la demócrata Campmany, miembro del consejo de cultura de la Generalidad, que dice què'la cultura en castellano en Cataluña no corre peligro alguno, resulta que a la primera ocasión que ha surgido no ha vacilado en declarar su «solución final» para los intelectuales «castellanos» molestos: «Todos fuera». Hace falta un grado de esquizofrenia absolutamente delirante para hablar de normalidad en la cultura en castellano de Cataluña, cuando, apenas alguien -como ha sido mi casolevanta la voz, le caen encima tales denuestos nacionalistas que, si yo los hubiera dicho, no hubiera quedado para contarlo. O cuando dos amigos míos, por el hecho único de serlo y no avergonzarse de ello ni aceptar que yo fuera un fascista, tuvieron que salir por piernas de una céntrica librería de Barcelona antes de que les rompieran la cara. ¿Cómo le va a preocupar la salida masiva de intelectuales castellanos de Cataluña a la Campmany, si clin ni i suri a |ikiii:s;i. tiiii: hay que echarlos? Se dirá que sólo sobramos unos cuantos; casualBieile, loi únicos que eje re e(irims ciwiiiui' líales, Kír» d¡i;i!,0 yo que mo acabe itiO'S fuera de Barcelona, para contento de los fam de la Campmany, y porque, desde luego, nadie nace héroe, pero al menos deberían sacarse las consecuencias políticas de ese hecho indudable: que un miembro del Consejo de Cultura de la Generalidad pueda decir, sin que nadie proteste por ello, que le da igual que salgan de allí los maestros o intelectuales «castellanos», porque eso es que no son intelectuales como hay que ser. Esa no es sino una demostración más de que los que denunciamos la situación de la comunidad cultural castellano parlante no hablamos por hablar y que la política de la Generalidad está exclusivamente en manos de intelectuales nacionalistas a los que Ies importa un pito la cultura castellana, si no es para sacar tajada del idioma opresor en el montón de editoriales catalanas que hacen su agosto con la lengua de los 300 millones. Eso que a la Sra, Campmany no le preocupa significa dos cosas: una que a un intelectual que no hable catalán en Barcelona, o doble el espinazo cada media hora ante la «hospitalidad» que dicen ellos, se le hace muy difícil vivir, aunque la mitad de la población sea de su misma lengua y legalmente las dos lenguas tengan los mismos derechos; y segunda, que esta salida masiva, junto a la catalanización de la enseñanza (en estos momentos hay más de diez mil maestros recibiendo clases de catalán) significa el desamparo cultural a medio y largo plazo de la comunidad emigrante de habla castellana. Esto, que hasta el más ciego puede ver y comprender, no parece que entre en la sesera de nuestros regionalistas aragoneses, que se preocupan de que la emigración conserve las raíces, que no sé muy bien en qué consisten, pero no se les ocurre pensar qué cultura aragonesa —o andaluza, o castellana— van a poder desarrollar unos jóvenes que ni siquiera pueden acceder a estudios superiores en su propia lengua. A ver quién puede explicarme, cuando la catalanización de la Universidad avanza a tal velocidad que en la Universidad Autónoma se ha llegado a tirar a la basura material de oficina por valor de muchísimos miles de duros, porque, gravísimo pecado, el membrete de la universidad estaba en castellano, o cuando en institutos con un ochenta por ciento de alumnos de habla castellana se cambian los rótulos de clases, biblioteca, etc., al catalán; a ver si me explica alguien, digo, si la gente de habla castellana tiene derecho a una universidad en su lengua. No debe ser mala la educación en la propia lengua cuando los catalanes la quieren. ¿Qué se está haciendo para que la gente de habla castellana tenga el mismo derecho? ¿O es que, digámoslo claramente, se considera que el único derecho que tienen es el de aprender catalán? Que las muchas caras de la polifacética Campmany y que la mucha jeta del catalanista Ibarz expliquen cómo los emigrantes no van a perder eso que los catalanes no han querido perder en cuarenta años, y para lo que considera preciso tener una universidad catalana y en catalán. Y que Labordeta le dedique una canción a este asunto y La Bullonera una jota y Carbonell lo que quiera a tema tan nuclear, a ver si la conciencia aragonesa que tan robustamente han creado pasa a constituirse también en inteligencia y capacidad de enunciar vías políticas reales para no quedarse en sentimentalismo folklórico. A mí me molesta el sentimentalismo de cierto estilo cuando se está tratando de cuestiones políticas graves, pe¬ ro más me molesta cierta demagogia historicista como la que Campmany e Ibarz emplean, según costumbre muy catalana que últimamente tiene mucho éxito fuera, así todo lo que se refiere a banderitas, fueros perdidos, medievales, etc. La bandera que hoy comparten aragoneses y catalanes no es la de la confederación catalanoaragonesa (antes llamado Reino de Aragón), que no existe, que yo sepa, si es que no la han resucitado la Campmany y su ligue periodístico sin que yo me diera cuenta, en Fraga, supongo que para resucitarla en catalán. La única bandera que realmente compartimos es la española —tanto me da si monárquica o republicana— y la compartimos con andaluces, castellanos y demás. Para mí resulta muy honroso pertenecer a la misma nación que mis vecinos de Guadalajara o Cuenca y que mis primos de Jaén. Considero una suerte extraordinaria poder compartir con ellos Gracián, Cervantes y Juan Ramón Jiménez, y —lo mismo, me parece, que la inmensa mayoría de aragoneseshaber nacido ya español y no aún ni sólo catalanoaragonés, porque gracias a esa historia que ustedes se empeñan en recortar dispongo de una cultura y una lengua universales, con un pasado riquísimo y un presente por lo menos muy acompañado. ¿Tengo que avergonzarme de hablar español? Gracias a él pueden insultarme los catalanistas furibundos, desde Fraga hasta Mahón, pasando por ANDALAN, ya que no tienen mejor cosa que hacer. Y gran éxito de los nacionalismos separatistas es haber conseguido que los intelectuales de medio pelo —que son los más- y los jóvenes sin más recurso intelectual que ese periodismo izquierdoso y analfabeto de los Ibarz y compañía sientan una suerte de resistencia instintiva y temor a pecar si hablan de España y de la cultura española o hispánica. Bobos hay que lamentan que Aragón no tenga una lengua sólo para su milloncico de bocas a ver si así llegaban a nación como los catalanes y pasaban de región (de la nación española, claro). En el fondo, para mí que todo lo que hay en ese extendido odio progre a la lengua no es sino resistencia a pensar —tienen que hacerlo en castellano o español- y disimulan su horror por el fin -el pensamientocon la condena del medio —la lengua—. ¡Como si la hubieran inventado Franco o los Reyes Católicos! Pero no. Lo que ocurre, según proclama ANDALAN con grandes titulares, es que «Jiménez Losantos no ha entendido nunca a Catalunya»/ Tampoco entiendo esa manía de analfabetos que les ha entrado a los órganos de expresión castellana de escribir Cataluña en catalán, como para dar prueba de su afecto. Pronto, cuando nos devuelvan Gibraltar, escribirán London, y cuando se divorcie Fabiola, Belgique y, si son consecuentes, escribirán Argel no como lo conoció Cervantes, si- no en árabe clásico. Pero eso es que no entiendo nada. Confesaré una cosa: que yo no distingo entre lo que hay que entender y lo que hay que aguantar. Debe ser enfermedad turolense, mal de los Montes Universales, pero el hecho es así y no tiene remedio. Cuando me dan un palo, lo aguanto,, pero no me hago a la idea de entenderlo, porque me duele. A lo más, entiendo que lo aguanto, pero no esperen de mí que lo agradezca. A algunos les parece esto extravío españolista. Como el de ese señor de Barcelona que me dedica en una carta a ANDALAN una porción de insensateces, desde un increíble «no me gusta Federico» (¡como si yo escribiese para gustar a los lectores catalanes!, ¡para eso está Ibarz!) hasta lo de que yo pienso en «la unidad sagrada de la patria». En la «unidad sagrada de la patria» no creo que haya nadie en el mundo que piense tanto como los patriotas catalanes y aún añadiría lo de «una, grande y libre», pero en eso posiblemente les ganan los nacionalistas vascos. Dudo yo que haya región, nación o Estado^* en el mundo con más metros de bandera por kilórtietro cuadrado que Cataluña. ¿Que no entiendo Cataluña? No se puede entender a todo un pueblo. Esa es la expresión fascista de quien, como la Campmany, identifica una ideología particular (la suya) con la de los demás, lo quieran o no. Y que, como en el franquismo, dicen a quien no comulga con su modo de entender el país: si no te gusta, fuera. Cuando nosotros hemos defendido los derechos culturales catalanes durante el franquismo estábamos defendieinio los derechos humanos y la democracia. Cuando la Sr. Campmany dice que en realidad se trataba de la autodeterminación de la nación catalana, no cabe sino desmentirla en base a la realidad histórica (los votos independentistas hoy de Cataluña, perdón, de los Países Catalanes) y, sobre todo, en la intención de capitalizar una lucha democrática para una opción política determinada que. de paso, puede dar con la puerta en las narices a los que hoj creemos tener derecho a exigir el mismo tratamiento para el castellano que para el catalán. Nada de «segunda lengua»: el mismo. Hay muchos catalanes -económicamente, todos- a ¡los que les ha ido muy bien con el franquismo, comparado con el resto de España, y a los [que hoy les sigue yendo muy bien con la Generalidad. Cambiaron de lengua y volverían a cambiar si cambiaran las torInas. Lo que ocurre es que esos catalanes, verdaderos verdugos de su pueblo, no son hoy un [obstáculo para la «normalización». La emigración, en cambio, si lo es. Sobre todo cuando no es analfabeta y tiene conciencia e integridad para defenderla, por más que los que debieran contribuir a esta conciencia no lo hagan o hagan todo lo contrario, como ocurre con el regionalismo araIgonés, que parece incapaz de [abandonar la nostalgia del tefrruño en la casa regional. Los [regionalismos son los obstáculos mayores para las reivindica¡ciones de la emigración en Cajtaluna. Esa es la verdad. La política reivindicativa aragonesa, si se preocupa de la emigración, debe establecer, en primer lugar, una coordinación ; con las demás regiones afectadas por el mismo problema cultural: andaluces, murcianos, extremeños o castellanos. Y llegar a un acuerdo para establecer una plataforma mínima de reivindicaciones culturales y políticas (o viceversa). Habría que llegar, lo más rápidamente posible, a la redacción de un Estatuto de derechos culturales de la emigración, que garantizara nuestra integridad lingüística : desde las guarderías a la Unijversidad. Que garantizara que a la emigración no se la trate como un rebaño a asimilar sino como a una parte esencial ae la ciudadanía con plenitud de derechos y con una problemática particular que no tiene Por que resolverse obligatoriamente con su integración en la cu|tura catalana. Tenemos nuestra propia tradición cultura', que no tiene, desde luego, nada que envidiar a ninguna, ^ro todo eso lo perderemos si no somos capaces de tener, y ur.1 V"165' una Política cuí rural. Seguramente yo, y otros en l y0, nos quemaremos» en e tos Pnmeros lances reivin- ña» ¿ lch0 V1V0 de cataluha subs.stido, el hecho de aluñ rauen caste^no en Ca- Sue tr!Ch0 y' sob^ todo, ^rque tenemos razón. ¿Vaivenes o coherencia?, ¿Consenso o política de izquierdas?*^ He leido en ANDALAN un articulo de Luis Vrache, a propósito de la crisis del PCE, en el que -entre otros partidos- se afirma que el mió -el MCAha dado «vaivenes políticos» en el terreno de la línea autonomista. Ni entro ni salgo en la crisis de! PCE. No meterse en casa ajena -sin permiso— es una norma democrática elemental. Pero sí que voy a entrar en la crítica -sin argumentos- que nos hace ei compañero Luis. Estas lineas son, pues, una defensa de la coherencia de la línea autonomista del MC A. Me permito recordar que nuestra línea es de unidad de la izquierda, de oposición a la derecha, y no de «consenso». Que nuestra linea es radical, rupturista, y no reformista o de «reformar la reforma». Sobre este punto de partida, vamos a refrescar un poco la memoria. Buen ejercicio para saber si estamos ante respuestas conyunturales en momentos concretos, o ante una línea/política. L' Fase. La ruptura democrática. «Libertad, amnistía. Estatuto de Autonomía». Todos estábamos de acuerdo, y a nadie se le ocurría «consensar» con los Arias y Fraga. Bajo este signo rupturista y de unidad de la izquierda, se realizó el acto autonomista de Caspe del 76. 2.a Fase. Comienzan las vacilaciones. Sube Suárez al Gobierno, y la parte más derechista de la oposición (demócrata-cristianos y socialdemócratas) se asoman al balcón del incipiente «consenso». Empieza la división de la oposición, hasta entonces unida en Coordinación democrática. Se producen las primeras vacilaciones de algunos partidos de la izquierda. ho> parlamentaria, que comienzan a poner adjetivos a la ruptura: «pactada o negociada». V la primera rebaja de planteamientos políticos (1). Esto tiene sus consecuencias en el terreno autonomista. Los partidarios del «pacto» por encima de la «mptura», dicen que primero libertades > luego autonomía: dicen también que nada de órganos provisionales de poder regional (reivindicación que luego seria asumida por la derecha, llevando la iniciativa en la creación de «entes preautonómicos», al estilo de la Diputación que padecemos (2). S." Fase. La Reforma política. Se acepta -ya claramentepor parte de un sector de izquierda de la oposición, nunca por el MCA, la reforma de Suárez. El Estatuto de Autonomía pasa al «baúl de los recuerdos» ante la convocatoria de Elecciones Generales del 77; elecciones, vale la pena recordarlo, dirigidas por un Gobierno de derechas, y con varios partidos sin legalizar, entre ellos el MCA. A casi nadie le interesa el acto de Caspe de 1977 ni el proyecto de Estatuto redactado por el Colegio de Abogados de Zaragoza, en el que participaron todas las fuerzas democráticas (3). 4.' Fase. El consenso. A consecuencia de la nefasta política de «consenso», caen sobre Aragón las siguientes plagas políticas e institucionales: a) Una Diputación General inoperante, desmovilizadora y sin atribuciones, b) El aplazamiento —hasta nunca- de conseguir una auténtica autonomía por esa vía. c) La división de la izquierda, d) La política de salón y de espaldas al pueblo, d) Una Constitución ce ntralbta, en la que \ragon es una región de secunda > en la que la geNtiun dt- nuestros recursos esta en manos del poder central > del capiialKino icomo decía hace poco Mario (¡aviria. el INI puede explotar «constitucionalmente» el gas de \svn. (asi nada). Pues bien, como es sabido, mi partido ha llevado una política de oposición constante a la Diputación Ceneral (úlfimameiiie -lo cual es positivo se han sumado a esta labor otros partidos de la izquierda). «Menos demagogia y más autonomía», dijimos -solos- en el acto de reivindicación del Canfranc. Con respecto a esta (onstitu ción dijimos que no había que dar «ningún voto de izquierdas» en el referéndum constitucional. Se nos llamó «desestabilizadores», «terroristas» y otras lindezas. ¿Cuántos nos opusimos a la Constitución? Bien, hoy por lo menos hay quien se aviene a admitir que en ella Aragón es una región de segunda > que es «mala» para la consecución de la autonomía. Algo es al^o. En resumidas cuentas, ¿que son vaivenes en el terreno autonomista?, ¿aceptar la reforma, el consenso, la Diputación (ieneral. la Constitución, sin oposición', ¿o no aceptar públicamente. | veces contra el viento y marea —como en el caso de la Constitución-, ni la reforma, ni los proyectos «consensuados» con la derecha, ni la Diputación General? Se podrá decir que es poco «práctica» la postura del M( \. Yo diría que es poco «posihilista» o poco «tadicista», que no es lo mismo. Porque menos «práctico» me parece a mí intentar salvar los escollos de una (. onslitwcion que prenumente... se ha aceptado. Pero lo que es, de «vaivenes», nada. José Ignacio LacasU (Secretario del MCA) 1 1 ) Para apreciar esta postura v su opuesta, el libro Sobre \ragon del Movimiento ( ultural de \ragòn. 1«»76; por nuestra parte, afirmabamus l» kiguienle como partido: «Subrayar el aspecto de pacto crea una situacion favorable para abandonar la dirección de la consecución de las libertades en manos de los sectores mas vacilantes y derechistas de la oposición», pagina S6. sobre la «ruptura pactada o negociada». (2) \ proposito de lo de «primero las libertades, luepi la m tonomia», el MCA decía por aquellas fechas lo siguiente, «la autonomia es una rçjv indicación democrática que forma parte del conjunto de las libertades que nuestro pueblo reclama, v seria un contrasentido enorme, una falta de responsabilidad dejar de luchar por una libertad... hasta que vengan las libertades: esto seria la célebre pescadilla que se muerde la cola, o más politicamente, el oportunismo de deie chas sin más», ibídem, pág. 68. [3) Sobra aquel provecto »le I slauito bav que decir que bov día sería perfectamente ..anli constitucional», porque —entre Otras COSaS— decía lo simiienle: «lodos los recursos energéticos aragoneses pertenecen al pueblo de Vragón... La energía producida en Aragón solo será objeto de Iransporle cuando lo exija el interés común» (art. ( orno puede apreciarse, no se parece en nada a la ( onslilucion de WH, por cierto. C O L € Cr \ O -pe fMSTITUCION MtSPANO feRITAUlCA »g ChlSCNAN 2. A OM fWi iteft emAWft con ftesotmos AítAMe^re SA TISFACTORlOS COCDOCfiCIOÑ ZUiÑCOC - (iNoies) TRCCSCOWR - j>es.i>e 3 A¿to$ £.G.B, - PÜTUM AMPHACIVtJ 80 P INFORMACION C /fiJSCRlfiClOti ; TCl. 34