Internacional Tras las elecciones en Italia Resucita el «centro-izquierda»? Decía Gramsci que en política el asedio es mutuo. Quizás define mejor la situación actual italiana que la idea de un asedio sostenido, implacable y calculado, al que se tienen sometidas las dos fuerzas orincipales del país: la DC y el PCI. Las pasadas elecciones, fruto de ese asedio, no han hecho sino reafirmarlo: sus resultados no permiten ninguna variación esencial en los movimientos que en los partidos ya se habían iniciado mucho antes de la crisis del último Gobierno democristiano. Crisis de Gobierno y elecciones que no han hecho sino confirmar rotundamente el escaso margen de maniobra que la profunda crisis del Estado italiano permite ya a sus protagonistas Y, sin embargo, en ese país de Polichinela se está intentando rizar el rizo y surge de nuevo la fórmula del «centro-sinistra» como posibilidad de conseguir una mayoría en las cámaras que apoye al nuevo Gobierno. Descartada la formación de una mayoría de «unidad nacional» -formada por democristianos, comunistas, socialistas, socialdemócratas y republicanos-, por la negativa rotunda de la DC a que el PCI forme parte del Gobierno, la DC no tiene otra salida que buscarse la compañía socialista si no quiere encontrarse de nuevo bloqueada en la misma situación que le llevó a las elecciones del pasado día 2. Gobierno de «centro-sinistra», apoyado por republicanos y socialdemócratas, es hoy la única vía que neutralizaría los efectos de la firme decisión del PCI de no volver a apoyar a un Gobierno en el que los comunistas no participen. Así, la DC ha lanzado la pelota a tejado ajeno. Y los socialistas tienen ahora la palabra. La ambigüedad del PSI Los socialistas italianos defienden la formación de un Gobierno de unidad nacional, pero piensan que eso puede conseguirse de muchas maneras. Mantienen que no existe sólo la alternativa planteada por el PCI (o entrar en el Gobierno o pasar a la oposición) y que es factible negociar un Gobierno «de izquierdas» con la DC, aun sin estar en él los comunistas. Para ellos es suficiente con que la DC acepte ciertos puntos programáticos -relativos a la Administración del Estado y a reformas económicas especialmente dirigidas hacia el sector agrario- y que participen^en el Gobierno personalidades de la izquierda. Por ejemplo, ellos mismos, pero tampoco necesariamente. Lo fundamental -y en ello coinciden socialistas y comunistas- es que la DC acepte la condición de no gobernar ella sola, romper la dinámica de gobierno monocolor que todos (me uso un buen sector de la ÜL' coinciden en señalar como inviable. Ahora bien, ¿qué garantías tendría un tal com¬ promiso si en él no participa la segunda fuerza política del país, la única que haría oscilar la balanza a favor de la izquierda? Porque entre socialistas, republicanos y socialdemócratas no suman ni la mitad de los escaños que ostenta actualmente la DC (107 frente a 262). En esas condiciones, más que compañeros los socialistas se verían reducidos al papel de comparsas de la DC o, dicho de otra manera, serían sus prisioneros. Y no hace tantos años que los socialistas sufrieron los terribles efectos, internos y externos, de una situación similar. ¿Por qué, entonces, la actitud del PSI es vacilante ante la «mano tendida» de la DC? ¿Por qué finge ignorar las consecuencias de la actitud del PCI y los fines que persigue la DC al intentar el apoyo de los socialistas? Tres claves pueden ayudar a entender la actitud ambigua del PSI: 1) La necesidad del PSI de fortalecer su propia realidad como partido ante la preponderancia del PCI, tensión dominante entre los socialistas desde que el avance comunista, autóriomo, impuso una nueva dinámica en la vida política del país. (Sin olvidar el contencioso histórico que, como fuerza unificadora y separadora, actúa en las relaciones entre comunistas y socialistas italianos —mucho más cercanos en su ideología que cualquiera otra paridad similar en Europa—). La maniobra de la DC confiere al PSI un papel de árbitro que lo magnifica en la escena política. 2) El convencimiento dç que la postura de la DC frente al PCI va a ser más y más irreductible, entre otras cosas porque Washington manda más en Italia de lo que parece (y parece mucho), y la seguridad de que la postura del PCI va a ser firme hasta sus últimas consecuencias. Búsqueda, por tanto, de una vía propicia hacia el socialismo, cuya primera etapa no tenga por qué cubrirse según el modelo del «compromiso histórico» propuesto por los comunistas. El Posibilismo en esta «primera etapa» podría, en su opinión, concretar una política autónoma del PSI que no le desgaste excesivamente ante un electorado que quiere cambios ya, pero que no va a dar su apoyo directo a los comunistas. 3) La valoración de la actitud ante la DC, en el contexto global de la crisis social y política italiana. La crisis del Estado italiano está abierta, lleva abierta ya demasiado tiempo, y requiere una intervención de la izquierda urgentemente. Aunque sea intervención de una parte sólo de la izquierda y, en el peor de los casos, por encima de la unidad de la propia izquierda. Es aquí donde la ambigüedad de la postura del PSI se manifiesta más patente: Si la actitud de la DC hacia el PC I fuera producto tan solo de una «ojeriza» partidista, valdría suponer una diferencia importante en su trato con el PSI, en tanto partido de izquierda que —más que ningún otro partido socialista en Europa— reivindica consecuentemente una transformación radical de la sociedad. Pero, ¿tan pronto se puede olvidar la experiencia de la década de los 60 y el comportamiento posterior de la DC? ¿Es realmente serio pensar en una apertura de la DC (o una reducción de su dominio efectivo) sin una política unitaria de la izquierda que la fuerce a romper con su empecinado sentimiento de posesión sobre el Estado? ¡Y eso después de la desaparición de una figura como Aldo Moro! El asedio y sus consecuencias negativas Para los comunistas italianos la vía de los cambios pasa por aislar e intentar reducir la fuerza democristiana, como premisa indispensable para hacer madurar en la DC una línea más avanzada. Lo que exige, junto a una actitud intransigente ante las veleidades de la DC, una unidad mayor entre las fuerzas de izquierda y una mayor fuerza suya en la acción política cotidiana de la gestión de los distintos puntos del aparato del Estado que hoy tiene en sus manos (Ayuntamientos, entes regionales...). Intransigencia y unidad que sólo puede mantenerse si no se cae en las maniobras de distracción a las que la DC se dedica últimamente. Es decir, paciencia, mucha paciencia. La perspectiva del PCI tiene la desventaja de que no atrae fervorosamente, puesto que da por sentada la lentitud del proceso de asedio a que hay que someter a la primera fuer/a política del país, salvo que se pretenda dividir el país en dos. con las insospechables consecuencias que ello podría tener. (No tan insospechables -caso, dudoso, de que se consiguicracomo parecen suponer los grumos «más a la izquierda», o como .arriesgan a afrontar -en la teoríá, por ahora- los grupos armados). Además, y eso lo deja ver claramente el descenso electoral del PC I en estas legislativas, la posición que mantienen los comunistas desgasta. Desgasta por los errores a que puede dar lugar, como, por ejemplo, el planteamiento de la política de austeridad tal y como se formuló, la dificultosa medida del compromiso con la DC durante este último período y el peso del terrorismo -que empieza a actuar como «tercera fuerza» en el panorama político italiano (y no sólo italiano)- sobre la juventud para la que los partidos, todos los partidos, empiezan a aparecer como enemigos de la libertad, sin que hasta ahora el PCI haya conseguido exculparse de olvidos e incomprensiones que lo han alejado de la masa juvenil, en particular, y de las corrientes radicales en general. Pero, y eso es lo más grave, no sólo el PCI se ha desgastado en este último período: son las redes de orgam/aeion del I stado denuviatuo italiano las que sufren un desgaste tremendo durante todo este tránsito al «compromiso», al dcsbloqueamienio del vértice de poder. Y son las masas populares las que recogen el desencanto y la desorientación ante una tensión extrema y continua que exige grandes dosis de disciplina personal y colectiva, para conseguir bien poco, detendiendo un Estado porque seguramente toda violcntación brusca del mismo llevaría a un resultado peor y esperando, a pequeños pasos de avance, que todo pueda cambiar... mañana. Sucede, pues, que la crisis del Estado propicia salidas particularistas, de grupo o individuales, alejadas de un horizonte político global, una desintegración de las redes de comportamientos solidarios que aseguran la democracia en una etapa tan avanzada de la lucha de clases. Esc es el segundo elemento de asedio (el primero, el «centro-sinistra») con el que cuenta la DC para conseguir su objetivo. La DC busca, precisamente, construir su posición de fuerza sobre esas crisis del Estado. Está instalada en el corazón de esta crisis e intenta volverla a su favor, alimentando cuidadosamente elementos de desintegración política que no la c.ijçstionen seriamente. Las fuerzas populares italianas van a necesitar mucha más paciencia, todavía, en lo que queda de asedio. No podemos sino compadecerlas y desearles un poco de suerte. Javier Delgado ïSà BANGO ZARAGOZANO ANDALAN 5