Cultura La Cantata para un país de José Antonio Labordeta Aragón, en el corazón Desde: «Estas arcillas viejas,/ estas arcillas pobres,/ sólo crían miseria,/ sólo producen hambre...», estribillo de una de sus primeras canciones, escrita en Teruel pronto hará 14 años; Aragón ha sido el tema predominante en la obra de José Antonio Labordeta: unas 37 canciones pero, también, dos poemas en Sonatas (1965), seis en Cantar y Callar (1967), la primera y la segunda parte de Treinta y cinco veces uno (Escrito en 1970) y, para la prosa, numerosos artículos y crónicas en ANDALAN (El dedo en el ojo de Polonio, Crónicas del forano de Lorenzó Larrés, Crónicas artificiales de Lamberto Palacios, Historia de Paletonia de Fray Orosio del Tremedal, Nuevas crónicas de Paletonia de Mosén Voto de Orbil, Crónicas saldubienses y Otras voces, otros ámbitos que se están publicando actualmente); por fin no habría que olvidar que Aragón es el telón de fondo de toda su obra novelesca: Cada cual que aprenda su juego, El trajinero, El comité, Canción de cuna. Dicho tema se plasma hoy en esta Cantata para un país, que cristaliza todo lo anterior y es, a la vez, punto de partida para la obra futura. En efecto, en esta Cantata se pueden encontrar huellas de canciones y de poemas anteriores pero, al mismo tiempo, hay una actualización de las diferentes componentes del tema: el saqueo de la tierra, la emigración, la lucha, la esperanza. La canción de José Antonio Labordeta no se estanca sino que, rechazando cualquier esquema preestablecido, está a la escucha de su tierra y de su pueblo, es testigo — a la vez que actor — del cambio. Los que pretenden que la Nueva Canción ha muerto en la situación que la originó, se equivocan del todo, y este disco — así como el de Raimon — es un mentís rotundo a los que pretenden qUe «en tiempos de Franco se cantaba mejor»,.. Una de las primeras novedades de esta Cantata es la música. En diciembre del 78, José Antonio declaraba en Albi: «...Entonces yo, en el año 64, comienzo a hacer canciones, poemas para ser cantados y fundamentalmente lo que hago es apoyarme en la música popular de mi tierra y empezar a plantear problemas reivindicativos de mi propia tierra... Yo lo que he hecho siempre ha sido enraizar alguna canción; en cada disco mío hay siempre una o dos canciones enraizadas absolutamente con la música popular de mi tierra... Pues aquí la totalidad de las canciones tienen una música de origen popular: jota de Magallón, tema de Jasa, jota de Teruel, canción de bodega de Villanueva del Gállego, tema para dulzaina del Somontano del Moncayo, albada del Maestrazgo, tema de Belchite, melodía de Almudévar, rogativa de agua de Larrués; «todas son melodías populares sacadas del cancionero o escuchadas de propia voz a gentes que ahora ya no existen». En lo musical, se trata pues de profundizar la recuperación y la utilización de lo popular, lo cual está perfectamente logrado, pues los arreglos de Alberto Gambino han sabido respetar la frescura y la espontaneidad de esas músicas. También digna de todos los elogios es la labor de los músicos que acompañan al cantante: Paco Medina, Luis Fatás, Jorge Sarraute y Alberto Gambino. En cuanto al texto, esta Cantata consta de cuatro partes, cuatro hitos de la historia contemporánea de Aragón: la emigración, la especulación, la toma de conciencia y la lucha, la esperanza, «para sacar la cabeza a flote de tanto ahogo cotidiano». La Magallonera inicial, prólogo de la Cantata a la vez que definición del «oficio de cantor», con eso de: «No vengo a hablaros del [viento, ni a maldecir de los fríos; vengo a hablaros de unas tierras y unos paisanos, los míos.» no deja de recordarnos el Neruda de «Explico algunas cosas» (poema cuyas huellas están también presentes en la descripción del barrio de «Rosa-rosae»). El poeta aragonés — como el chileno — afirma su deseo de cantar al hombre más allá de todo el pintoresquismo o folklorismo que tanto pesaron sobre su tierra. Dos temas vienen a hablarnos luego de la desertización, de la emigración, y tan sólo pueden ser un testimonio amargo de un fenómeno que en aquellos años parecía ineludible dadas las circunstancias económicas y políticas del país y del estado. «Barrancos hirientes, piedras, la yedra en los muros, los cementerios solos con sus tumbas amorradas...», unas palabras que definen la triste realidad de una tierra que «se está quedando sóla»: «... cerró la puerta de casa y ahora ya no sé dónde anida...» así es el destino de miles y miles de Miguel, de Julián, de Lucinio, de Severino, de Marcelino, de Miguela, para quienes «sólo queda el camino como consuelo». «La crónica de Beremundo» y «Ponte contento» nos recuerdan a Polonio, a Lorenzo Larrés o a Lamberto Palacios, pues en estos dos textos satíricos que estigmatizan la vergonzosa especulación de ciertos «próceres» de Aragón y de otros personajes que practican el «juego» de: «hacer especulación coo la tierra, con el aire, con la sangre y el dolor, con el paisaje, la gente y hasta con el mismo Dios...» en estos dos textos, pues, aparece el tono «jocoso-dolido» de las crónicas publicadas en ANDALAN. Es el José Antonio, a ve¬ ces vencido por la triste realidad, el que te declara que «al final nos joderán por más que hagamos», el que trata de escapar a esta fatalidad por la burla, la cachondez o el cinismo: «Ponte contento, no te entristezcas que con tus huesos harán bombetas...» Pero ya aparece la lucha, factor de esperanza: «Vamos a hacer que esto [acabe autonomizando todo: lo que tenemos debajo, arriba y a nuestro lado; que Suelves sea de Suelves. ¡Goodbye, norteamericano!» lucha que se afirma plenamente con la Albada — a mi parecer lo más logrado del L.P., verdadero «Segadors» de Aragón — . Con esa lucha pasamos del «camino» ineludible; del imposible regreso: «Tardes que se hacen noches, noches eternas, esperando la vuelta que nunca llega...» (Las arcillas) de eso de: «Esta es la albada del viento, la albada del que se fue que quiso volver un día pero eso no pudo ser...» a: «Esta albada que yo canto es una albada guerrera que lucha porque regresen los que dejaron su tierra...» Ya empieza una nueva «jornada» que ha de ver la vuelta de todos los que dejaron su tierra «contra su voluntad», que «andan perdidos por cualquier lugar del mapa» y que «escriben»: «...rudos renglones, desde lugares hoscos, donde los hombres trabajan duramente, porque perdida y estéril fue la tierra de nuestras vidas...» (Canción de cuna sobre la tierra estéril) De allí la invitación de «Vuelve a tu suelo» y la afirmación de la necesaria unión para hacer un nuevo Aragón en «Todos son», canción de participación, para corear; dos textos de mucho simbolismo y henchidos de ternura. «...Entre ellos y nosotros vamos a tener que hacer una Tierra en donde quepan todos de una santa vez...» Pero José Antonio no se deja ganar por el optimismo, por el triunfalismo, y, como lo dice en la portada del disco, todo eso es aún «utópico» y el poema a Adelina Lascorz viene a recordarnos que aún pocas cosas han cambiado. El «caso» de Suelves ha sido tratado en estas mismas páginas por Luis Granell (¿Para qué mataron a un pueblo?, en el n.0 146, y El último de Suelves, en el n.0 230) y José Antonio que, en «Ponte contento» ya ha aludido a él, no entabla aquí ninguna polémica sino que mediante la ficción de una carta desgarradora (procedimiento que ya utilizó en Carta a Lucinio y A varear la oliva) presenta en su cruda y desnuda realidad el desenlace del «caso»: en estos días de enero del 80, «El último de Suelves», Antonio Lascorz, ha tenido que irse de su pueblo: «Y aquí en la ciudad de nuevo, el abuelo, viendo caer el agua tras de los vidrios ha murmurado lento, con sonrojo: hoy seguro que llueve también sobre la abuela, allá arriba, en el pueblo.» «con sonrojo», patética acusación muda no sólo contra los que provocaron esta situación, sino también contra los que no supieron cambiarla... En la versión de esta Cantata que José Antonio me presentó en abril del 79, el texto final decía así: «Vamos a hacer de Aragón una tierra singular donde crezca la esperanza de vivir y trabajar. ¡ Arribà, arribà, que la noche ya no llegá!» Se ve que vencido por la depresión (no se olviden de la IDA — Izquierda Depresiva Aragonesa — fundada por Polonio), o siguiendo la lógica del final del Poema a Adelina Lascorz, José Antonio ha preferido abandonar el triunfalismo para refugiarse en una hipotética intercesión de los santos de Aragón: «Entre los santos y santas y Vírgenes de Aragón que nos echen una mano para defender la Región de tanto proyecto nuevo de hacer especulación, y que a la larga producen soledad y emigración.» Con lo cual vemos que la historia puede repetirse, «Plus ça change, plus c'est pareil» («Más cambian las cosas, más siguen iguales») se decía durante el Mayo francés. La realidad, los resultados, no están a la altura de las esperanzas... y hay que recurrir al amplio santuario aragonés tan entrañable (así lo dice él) y que tanto marcó su niñez, y, por eso, tan presente en toda su obra: «... Hay que subir aún esa escalera agotadora, pina, y en sus descansos hablar con los vecinos y sus dudas, con la portera y su asma, y al final, delante de la puerta de mamá y sus pequeños recuerdos y negocios llamar débilmente a la puerta, a una puerta desfasada, vieja, a punto de hundirse, con un viejo Sagrado Corazón — Detente, el señor está conmigo — desgastado por tantos dedos y manos que beata y devotante han acariciado su rostro en busca de «¡Sálvame, Señor!», y «¡No me abandones!»... Luego el pasillo, largo, estrecho, repleto casi angustioso — «quien a Dios tiene, nada le falta» — de imágenes, de vírgenes. Sagrados Corazones. De imágenes de San Valero, Santa Engracia, San Lamberto, todos con su bombillita, sus florecitas, los ojos. Las Vírgenes — del Pilar, del Pueyo, del Carmen — con sus niños, sus coronas, sus rosarios y también, cómo no, sus lucecitas y su polvo...» (Manuscrito inédito). Los santos de la madre, pero también los santos a través de los cuales se ha expresado el alma de un pueblo, santos-refugio... Permanencia y evolución son los dos polos de esta Cantata para un país, pero también fidelidad inquebrantable a una tierra, a sus hombres; «Vengo a insistir de nuevo sobre lo siempre dicho, lo que a diario surge aquí, sobre este sitio...» (Vengo a contar - 1976) Jean-Jacques Fleury ANDALAN 11