I Opinión La Asamblea Autonomista, a debate El domingo 22 de junio, en un Pleno de la Asamblea Autonomista, se discutía el programa político y las bases organizativas de la misma. La existencia de un Colectivo en el que han venido agrupándose 6 partidos de la izquierda, algunas organizaciones sociales, concejales de varios pueblos de Aragón y un grupo de independientes, que ha sido capaz de desarrollar una actividad unitaria en torno a la lucha autonomista por espacio de varios meses, abría una perspectiva muy positiva y, sobre todo, esperanzados en el resurgir de un movimiento autonomista, radical y de izquierdas en Aragón. Un movimiento unitario e integrador. Tiene, pues, a mi juicio, interés el dedicar unas líneas a la valoración de lo sucedido en el Pleno al que antes hacía referencia, y al futuro de la misma Asamblea. Para nadie es un secreto que dentro de la Asamblea ha venido desarrollándose una clara lucha de líneas, manifestada tanto en los debates políticos como en las resoluciones prácticas. Es difícil precisar los alineamientos y, mucho más, etiquetarlos pero sirva, en todo caso, la línea de demarcación entre nacionalistas y no nacionalistas como punto de referencia, aunque inevitablemente simplificado. El carácter unitario de toda la izquierda, de la manifestación del 23 de abril, significó la más notable de tales divergencias de cara al exterior, y marcaba ya una dinámica de agudización de esa lucha de líneas. El debate del último Pleno, sobre la base de 7 ponencias previas, cristalizaba de manera evidente las divergencias en el planteamiento del carácter de la Asamblea y su programa político. ¿Cuál es la base de esas divergencias? Digamos, simplificando mucho, que se trata de la consideración, por parte de un sector de la Asamblea, de que hay que elaborar una alternativa nacionalista en Aragón que asuma como objetivo prioritario la defensa del derecho a la autodeterminación. Es éste un punto de vista que podemos entender y respetar, pero que en absoluto compartimos. Y no porque no nos parezca justo el reconocimiento del derecho de todos los pueblos a la autodeterminación, sino porque hacer de ello el caballo de batalla principal en Aragón es, a nuestro juicio, desenfocar el caràcter de la lucha que hoy tenemos planteada en torno a la Autonomía y la defensa de nuestros derechos como CASA EMILIO COMIDAS Avda. Madrid, 5 Teléfonos: 43 43 65 y 43 58 39 pueblo. Por autodeterminación los marxistas entendemos el derecho a «la separación estatal de las colectividades de nacionalidad extraña, se entiende la formación de un Estado nacional independiente». Nos parece obvio que ése no es un sentimiento vivo en nuestro pueblo, un pueblo que dista mucho de tener incluso una conciencia autonomista desarrollada. Pero, en cualquier caso, ni siquiera es ése el elemento fundamental de nuestra discrepancia con los nacionalistas, sino el carácter de la lucha política que se deriva de su planteamiento. Esto es, la consideración de que el objetivo central del pueblo aragonés sería la lucha de liberación nacional. Es evidente que no compartimos ni la valoración ni la alternativa. En cualquier caso, tampoco quiero extenderme en este punto, ya que el objetivo de estas líneas no es, ni mucho menos, hacer un debate sobre el nacionalismo. Sirvan los apuntes anteriores para precisar el fondo del debate planteado en la Asamblea Autonomista. Cosa diferente del mismo debate es, a mi juicio, la decisión de un sector minoritario de la Asamblea de abandonar la misma al no haber salido adelante sus posiciones. Decisión que hace referencia, en mi opinión, no tanto a un problema de divergencias políticas — que, en cualquier alternativa unitaria, no sólo caben, sino que son obligadas — , sino a una actitud exclusivista y poco unitaria. O, como se decía en varios Plenos, por parte de algunas personas: «Yo sólo me uno con quienes piensan exactamente igual que yo». Esa es la idea clave: la unidad de la que este pueblo está tan falto, y no por su culpa, sino por la falta de lucidez y el raquitismo político de su llamada «vanguardia». La famosa unidad de la izquierda. O de la izquierda radical, en este caso. No hay más que repasar un poco los hechos. Cójanse los últimos años, los últimos meses o las últimas semanas, desde los expedientes de crisis que vivimos todas las semanas, hasta la lucha de los campesinos contra el pago a la Seguridad Social, pasando por la lucha — ejemplar en muchos terrenos — de INALSA o el juicio contra los 4 jóvenes del Matute... nada parece ser lo suficientemente importante como para que la izquierda luche unitariamente. Para qué hablar de esa extraña oleada de Fundaciones, Clubs de debate o Centros de Estudio, todas ellas pretendidamente unitarias, pero todas ellas partidistas... Y, vaya por delante mi respeto a todo tipo de iniciativas que, en una tierra como la nuestra, nunca sobran; sobre todo, si — en alguna medida — sirven para despertar la modorra histórica de nuestra llamada «clase política» o «vanguardia», o cualquier otra expresión al uso. Lo mismo ocurre con la Autonomía. La derecha centralista sigue con su DGA haciendo y deshaciendo, como si aquí no hubiese pasado nada. Los caci¬ ques regionales, con el PAR a la cabeza, están fuera de tiro, curiosamente pocos se acuerdan de ellos. Unos evaden la lucha política, otros se van por los cerros de Ubeda. Y así estamos. En cualquier caso, una, por vocación, sigue mirando el futuro con optimismo. Por lo que se refiere a la Asamblea Autonómista, nada se ha perdido. Había un camino y éste sigue abierto. En la construcción de una alternativa autonomista, radical y de izquierdas caben todas las posturas, desde las revolucionarias y socialistas, mínimamente sensibles a la opresión del centralismo, hasta cualquier postura que, partiendo de la problemática peculiar de Ara¬ gón, sepa desarrollarse desde la izquierda sin dar bandazos hacia ,el aragonesismo zafio del cachirulo y el cacique, ni caer en el mimetismo de un nacionalismo exclusivista (que muy poco tiene que aportar a la lucha, revolucio¬ naria en estas tierras). Construir esa unidad es el reto que la crisis de la Asamblea Autonomista ha vuelto a poner sobre la mesa, Mercedes Callizo Del Comité Regional del MCA La autodeterminación de Aragón Estamos — con toda probabilidad — en vísperas de que UCD abra otra ofensiva contra el llamado proceso autonómico de Aragón. Me refiero al lanzamiento de su anteproyecto de estatuto. Una vez amainadas las tempestades verbales que levantó la decisión de imponer la vía del 143, el Gobierno está en condiciones de retomar la iniciativa autonómica lanzando la negociación de un «generoso» estatuto de Aragón con Cortes incluidas, por supuesto. Dotar a Aragón de un autogobierno en pie de igualdad con el resto de nacionalidades y regiones del Estado, pero «adecuado» a la realidad y posibilidades de nuestra tierra, va a ser el demagógico objetivo de tal estatuto. El baile de las competencias, de los posibles sistemas electorales y la forma de repartirse escaños está listo. Sólo falta que el director de la orquesta — la UCD — dé la señal para que empiece el tira y afloja de qué es más democrático y lo que es menos, de qué es constitucional y anticonstitucional, de qué es posible y qué no... Y, eso sí, mientras todos están por el autogobierno, contra el trasvase y por la autonomía plena en un plazo de cinco años, el trasvase se aprobará «democráticamente» en las Cortes de Madrid; y entonces, lo que era oposición rotunda se transformará en un amasijo de condenas verbales, justificaciones y lamentaciones. Ante este panorama político, cuyo mejor resumen es el de la disputa de unos escaños de «región» por parte de unos políticos impotentes para otra cosa, es preciso hacerse una pregunta: en el Estado de las Autonomías de UCD, ¿hay algo que regatear, que pueda satisfacer las necesidades o aspiraciones mínimas de Aragón? A mi modesto entender, UCD viene dándonos pruebas contundentes para responder a esta pregunta con un no rotundo. Y, en estas condiciones, ¿se puede jugar en el marco que nos ofrece, o es mejor romper la baraja? Tal y como están corriendo las cosas, es evidente que hay un abismo entre el no al trasvase del típico compromiso preelectoral del Gobierno, y el que se entiende en la calle. Este segundo no es tan sencillo como las dos letras que lo forman. Este no viene a expresar un veto absoluto a que cualquier Gobierno o cámara legislativa, por democrática que se proclame, decida desde Madrid el sacar las aguas del Ebro para nada mientras no estén acabados los regadíos de Aragón. Este no implica por otro lado una cosa tan sencilla y anticonstitucional como la exigencia de soberanía del pueblo aragonés sobre nuestros recursos, ya sea agua, ya sea gas, o cualquier otro. Implica, en última instancia, el derecho como pueblo a decidir libremente sobre nuestro futuro, a autodeterminarnos. Dicho en otras palabras, o autogobierno significa capacidad para decidir sobre lo que nos atañe directamente, o será un nuevo ropaje con aderezos de articulados constitucionales, competencias y organismos que mucho me temo que sólo sirvan para encubrir y rebozar, desde Aragón, los planes e intereses del Gran Capital. Cuando se habla de autodeterminación, automáticamente se tiende a ver la urna en la que decidir si separarse o no del resto del Estado. Se contempla esta palabra como un derecho formal a ejercitar no se sabe cuándo ni cómo. Hay formaciones de izquierda que, a regañadientes, otorgan a los pueblos (no se sabe muy bien si a Aragón le dan tal categoría) este derecho, como un mal menor y para mitigar los movimientos independentistas. Es como quien da un caramelo a un niño para calmar una rabieta. Pienso que estas ideas sobre la autodeterminación están totalmente desenfocadas y son fruto de no asumir ni entender seriamente el hecho del nacionalismo popular naciente, adoptando posiciones confusas y defensivas al respecto. La Autodeterminación de un pueblo, y en particular del aragonés, o se entiende como la expresión política cotidiana de la lucha por conquistar y ejercer la soberanía sobre nuestros recursos, nuestro medio ambiente, nuestra organización social y política... o se entendería como un derecho formal a conceder quién sabe cuándo, o cómo algo a predicar en los programas políticos. En definitiva, el derecho de Aragón a la autodeterminación es el derecho de éste pueblo a decir no al trasvase, a las bases yanquis, a la OTAN, a las nucleares, al Mercado Común, a la General Motors; nuestro derecho a hacer una ley de Régimen Local, a hacer una ordenación territorial que potencie las comarcas, erradique la especulación del suelo en la capital, dinamice la autonomía de los ayuntamientos y la participación vecinal, etc.; nuestro derecho a poner en marcha los regadíos y a industrializar Aragón de forma adecuada, dirigiendo a ambas cosas las inversiones... Y todo ello por encima de multinacionales e incluso de gobiernos o Cortes «democráticas» que impongan desde Madrid o desde donde sea intereses ajenos a nuestro pueblo. Hoy el horno no está para bollos. UCD ha expuesto claramente sus planes bajo el título del «Estado de las autonomías». Podemos optar por jugar en su terreno estirando más o menos lo que cada cual" entienda por autogobierno y fomentando el escepticismo y la desmoralización popular, o por contra optar por traducir a la política diaria lo que está presente en el sentimiento y la voluntad de lucha radical aragonesista. Lo segundo implica emprender la batalla del Estatuto con una posición sencilla, clara y rotunda de rechazo de la vía institucional y trabajar con firmeza por levantar un movimiento de lucha que articule la voluntad política de crecientes sectores de nuestro pueblo en torno a autodeterminar nuestro futuro. Habrá quien plantee que enfocar la batalla del Estatuto desde esta óptica es exigir algo utópico que, a lo más, sería aceptable dentro de un programa máximo estratégico. Sin embargo, la Autodeterminación, pienso, es una reivindicación básica de nuestro pueblo, y el Estatuto ha de suponer una batalla política en donde esto empiece a quedar claro. Pedro Arrojo Agudo 4 ANDALAN