Entre la CEOE y las «pymes» Ni se mueren, ni cenamos JOSE RAMON MARCUELLO Cuando, tras la legalización de los sindicatos, los empresarios del país comenzaron a perfilar sus baluartes defensivos, Aragón sorprendió a propios y extraños con un movimiento que enseguida iba a ser emulado en otras regiones: la dinámica de cohesión de las pequeñas y medianas empresas para las que enseguida se encontró sigla. Nacían así las primeras PYME, antes incluso de que la gran patronal, dormida en los laureles del régimen franquista, comenzase a reaccionar. Zaragoza — hay que recordarlo — jugó en ese movimiento un papel capital, marcando las pautas de un funcionamiento que el tiempo se ha encargado de «modular» progresivamente. De aquí salieron los iniciales rudimentos de funcionamiento en base primero al cooperativismo (COPYME) y, con posterioridad, al federativo de distintas ramas (FEPYME). Con una estructura empresarial basada casi exclusivamente en la auténtica pequeña y mediana empresa, Zaragoza se permitió marcar el rumbo de este movimiento en un momento en que tanto el talante ideológico de sus precursores como la buena acogida que le dispensaron las centrales sindicales hacían vaticinar un futuro cuando menos prometedor. Sin embargo, no fue así. Las bazas de Rodríguez Sahagún Sin duda bajo el convencimiento de que al enemigo es mejor tenerlo en casa que en la trinchera de enfrente, el por entonces ministro de Industria, Rodríguez Sahagún, concibió la idea de crear la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) a la que, urgentemente, tendió puentes de plata con la gran patronal representada en CEOE. A nivel de Aragón, la entrada de CEPYME en la CEOE provocó una tensa situación que se saldó, de un lado, con la salida de la Federación de la Pequeña y Mediana Empresa (FEPYME) de la primitiva Cooperativa de la Pequeña y Mediana Empresa (COP Y ME) y, de otro, con la división de las «pymes» aragonesas en dos bloques prácticamente antagónicos: la FEPYME — articulada, al menos teóricamente, en CEPYME— y la delegación de la propia CEPYME en Aragón. La reciente visita a Zaragoza de los máximos responsables de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Ferrer Salat y González Estéfani — conocidos ya en los ambientes informativos como «los patrones de la patronal» — ponían, una vez más, en evidencia la multifragmentación asociativa del empresariado aragonés. Una multifragmentación que rebasa el esquema simplista de «grandes» y «pequeños», hasta llegar a un penoso panorama de saturación de siglas y división de esfuerzos. Un panorama, en suma, del que siempre saldrá beneficiado el pez gordo eterno tragachicos. Para el pequeño empresario la disyuntiva parece clara: o se une o se rinde. Ni qué decir tiene que, al mismo tiempo, el empresariado de más fuste se había ido aglutinando en torno a la Confederación de Empresarios de Zaragoza (CEZ) — presidida por Jesús Gomollón Bes — , con el aporte contundente de la Federación de Empresarios del Metal de Zaragoza (FEMZ) cuya cabeza puntera, Javier Ferrer, aparecía in-' mediatamente vinculada a la CEOE a través de la vicepresidencia. Y es precisamente aquí donde las maniobras integradoras — o desintegradoras, según se mire — de Rodríguez Sahagún comienzan a dar. sus frutos ya que, al margen de la vinculación estatal de CEPYME con CEOE, aquí se produce la curiosa circunstancia de que el hombre de CEPYME en Zaragoza es Fernando Machín, vicepresidente a su vez de FEMZ (es decir, en el claro tendido CEPYME-FEMZ-CEZCEOE). La ceremonia de la confusión está, pues, en marcha y, quien más quien menos, cada cual comienza a arrimar el ascua a su sardina. Ei pequeño siempre pierde Así las cosas, el primero en resentirse de esta situación es el auténtico peqüeño y mediano empresario, predominante en Aragón. A primeros de años, COPYME, en un movimiento que algunos observadores califican de acercamiento a CEZ, abandona la FEPYME, privando a la Federación de la fuerza que suponen las casi 500 empresas que arrastra con su salida. La Federación entra así en un serio bache del que se va recuperando a lo largo del primer año, fundamentada su fuerza actual en 10 asociaciones empresariales (fundamentalmente la Asociación de Constructores Contratistas de Obras — ACCO — y la Asociación Empresarial de Distribuidores de Alimentación — AEDA — ) y en unas 420 pequeñas empresas de talleres, autoescuelas, conserveras, climatización, etc. En todo este movimiento de recuperación quedan sin embargo al margen un importante sector de empresarios aglutinados en torno a la Federación de Gremios e Industrias de la Construcción que, según informaciones fiables, englobaría un número de empresas cercano a las 400. Así las cosas, la visita de Ferrer Salat y González Estéfani debe ser * convenientemente enmarcada en un contexto de peligrosa atomización asociativa de las auténticas «pymes», mientras el empresariado de fuerte calibre prieta filas e, incluso, puede verse próximamente beneficiado por la captación de sectores que en sus orígenes estuvieron muy próximos a la filosofía «pyme». En este sentido, en no pocos ambientes empresarialés se mira con expectación la postura de COPYME y de la Federación de Gremios e Industrias de la Construcción que, juntas, arrojan un montante cercano a las 1.000 empresas asociadas. La pelota, sin embargo, sigue en el tejado. De un lado, Eduardo Aguilar, el hombre de COPYME, que no oculta su salida de FEPYME por su desacuerdo en el tándem CEPYME-CEODE, afirma, sin embargo, que «aunque nuestro corazón está con FEPYME, la razón nos lleva a buscar la unidad empresarial. Nosotros lo que propugnamos es una confederación empresarial con operatividad y con fuerza. Que la unidad es posible y positiva se vio con claridad en las elecciones a la presidencia a la Cámara de Comercio de Zaragoza o en las elecciones de la Mutua de Accidentes de Zaragoza. Sí, nosotros querríamos estar unidos con toda la FEPYME, pero dentro de la CEZ. Mira, yo tengo una filosofía muy clara y práctica: hay que estar sentado en la mesa donde están los poderosos que, curiosamente, a la hora de planteamientos democráticos, son menos y podemos ganar con facilidad. Que la fuerza es importante se ha visto recientemente con la creación de la sociedad de garantías recíprocas, «Soavalza», nacida con todas las bendiciones oficiales y en la que, sin embargo, FEPYME no ha querido entrar. La madre del cordero está, no obstante, en que el término pequeña y mediana empresa está totalmente prostituido y habría que ir a una rotunda redefinición. 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La otra postura sobre la que convergen no pocos ojos es la que podría adoptar en el futuro la Federación de Gremios e Industrias de la Construcción. En los diversos medios consultados por ANDALAN se ha negado todo tipo de declaración, pero esta revista ha podido determinar con exactitud cómo dicho conglomerado hará su entrada en bloque en FEPYME a comienzos del próximo año. Sea como fuere, lo cierto es que la fragmentación de las «pymes» las ha dejado ^en la cuneta no sólo de las sociedades de garantías recíprocas sino del potente GADECO (Gabinete Técnico de Cooperación de las Pequeñas y Medianas Empresas) que articulan la comparecencia de las empresas aragonesas en la construcción, marcha y mantenimiento de la todopoderosa «General Motors». FEPYME, por su cuenta, ha reaccionado recientemente con su proyecto del «Area Comercial» — que cuenta con todas las bendiciones municipales — y el diseño de algunos otros proyectos de mantenimiento, transportes, etc., proyectos todos pendientes, en buena manera, del rumbo que tomen las expectativas antes mencionadas. Invertebración territorial Otro de los escollos más rotundos con que se topa el asociacionismo del pequeño y mediano empresario es la falta de entendimiento entre las distintas asociaciones provinciales de este tipo e, incluso, de estas con las de más fuste. El caballo de batalla no es, como en el caso de Zaragoza, la cada vez más imprecisa frontera entre las «pymes» y las grandes empresas, sino la diferencia de criterio a la hora de articular ese ambicioso proyecto apuntado anteriormente por Eduardo Aguilar de crear la Confederación Regional de Empresario de Aragón (CREA), un ente visto con maldisimulado entusiasmo desde la propia Diputación General de Aragón, de la que forma parte el presidente de la COPYME. En este concreto proyecto Zaragoza pretende, lógicamente, llevar las aguas hacia el molino de CEZ-CEOE, mientras que Huesca, donde las decisiones pasan casi por entero por CEPYME, propugna una muestra contundente de descentralización que vendría a ser, más o menos, la designación de Luis Acín como presidente de la CREA. Teruel, en última intancia, intenta jugar un papel de arbitrazgo sin que, aparentemente, tome postura clara en todo este maremàgnum. Sea como fuere, lo cierto es que tanto la visita de los hombres de la CEOE a Zaragoza — que ha sido interpretada desde distintos ángulos como «un claro intento de neutralizar los proyectos y la progresiva consistencia de FEPYME»— como la prueba de fuego que, a corto plazo, va a tener que pasar la Federación de la PYME de Zaragoza con sus sugestivos^ y arriesgados proyectos, podrían ayudar a clarificar a corto plazo un panorama que si ha de saldarse con vencedores y vencidos, a nadie se le oculta quiénes van a ser los unos y quiénes los otros. Andalán. 24 al 30 de octubre de 1980