cómo el único objetivo de ia Coordinadora era desprestigiar el proceso electoral para dar cobertura a la agresión armada. Pero para estos «corresponsales» era más importante buscar argumentos que analizar la realidad. En vísperas electorales venían alabando la diplomacia del Nuncio Episcopal, cuando sin atacar las elecciones frontalmente aconsejó a los cristianos «obrar en conciencia». El talante de tan ponderado obispo quedó claro cuando días más tarde, quitando gravedad a un ataque de las bandas somocistas en el que habían muerto seis niños, afirmó: «peor es perder el alma». Para concluir con estos personajes. La intencionalidad de las crónicas de Ibarz nos quedó mucbo más clara desde que consiguió en Managua una cinta con la intervención del comandante Bayardo Arce en la clausura del Congreso del Partido Socialista Nicaragüense, en la que el dirigente sandinista exponía la necesidad de caminar a la creación de un partido único de la izquierda marxista nicaragüense. Hábilmente distorsionada esta propuesta, apareció en «La Vanguardia» como prueba del totalitarismo sandinista que pretendía acabar con el resto de las fuerzas políticas para imponer el «partido único». Después de publicarse en el medio catalán, esa misma versión fue difundida por el periódico de los somocistas en el exilio, el «Miami Herald», y por su compañero en el interior, el vespertino «La Prensa». ¿Nicaragua libre? Allá, desde luego, quien no quiera ver más realidad que la que marcan las orientaciones de la Moncloa o Washington. Allá con su responsabilidad quien presta su pluma en campañas de desprestigio que de hecho están preparando el terreno a una intervención militar. ¿Es Nicaragua un país libre? Desde luego la idea que tienen los sandinistas de la libertad política y de las propias elecciones pasa por encima de todas estas exigencias de «legitimidad». Cuando al poco de llegar a Managua comenté con un oficial del Ministerio del Interior el descontento que el desabastecimiento causaba en algunos barrios de clases medias, el joven oficial me contestó tranquilo: «¿Y qué, hermano? Es natural que un pueblo libre critique y proteste. Antes, con Somoza, nadie hablaba de política, nadie se atrevía a opinar o criticar. Y éste era un pueblo triste. Pero hicimos la revolución para que el pueblo ande tranquilo y hable libremente. Sólo así nos va a apoyar aunque nos critique». Desde el triunfo de la Revolución Sandinista, el frente ha venido desarrollando un proyecto de sociedad en el que las libertades públicas van mucho más allá de unas elecciones de tipo occidental cada tiempo. Lo cual no ha impedido que el proceso electoral haya cumplido todos y cada uno de los requisitos de unas elecciones europeas. Las vallas en Managua, los mítines y octavillas de cada uno de los 7 partidos que se presentaron, el riguroso acceso a los medios de comunicación estatales, la subvención a los gastos de campaña de todas las fuerzas concurrentes, son una prueba de ello. Pero aún hay más, el futuro proyecto de Constitu- 10 AND ALAN 11 Ciudadanos nicaragüe* en su colegio electoral- ción va a ser elaborado en la Asamblea Nacional til giendo e incorporando a los debates las propuestas! los distintos organismos sociales y económicos. Dura todo el período constitucional, los partidos que gom rrieron a las elecciones van a tener garantizada su | sencia en los medios de comunicación estatales. Nada extraño, pues, que José María Moheè — que acudió a las elecciones como observador Asociación Pro Derechos Humanos de España— ( rara en su despedida desde el aeropuerto de Mai que el proceso electoral nicaragüense había resulti! ejemplar para muchas de las democracias europtj No ha sido la derecha sin embargo la única criticado las elecciones. ¿Resultaba imprescindible! esfuerzo político y económico que han supuesto ciones «a la moda europea», para un país que loj busca es afianzar y consolidar el poder popular? pregunta se la han formulado al Frente Sandinista I de posiciones de izquierda, en unos casos más dogil cas que otras. Y la pregunta se ha visto reforzada i[ la evidencia, durante la campaña, de que las otras f zas que concurrían a las elecciones carecían de capí dad organizativa y estructuras políticas para of| una alternativa en la conducción del país. A esto, los sandinistas responden diciendo quel celebración de elecciones figuró en su proyecto del construcción Nacional — como el respeto a la ecoiwij mixta — que se comprometieron a cumplir al Ilegal poder. Por otro lado, su concepción del papel te de la revolución necesita un respaldo populan sólo se puede hallar dentro de una sociedad enlai las restantes opciones políticas e ideológicas teif cabida. Claro que tampoco se puede dejar de lado este «tipo» de elecciones calcado de los nw occidentales — y que ha beneficiado a los partí lionales que ya habían quedado reducidos a b camarillas — fue una concesión a la socialdemointernacional en unos momentos difíciles para el [cuando la agresión de Reagan se hizo inminente, quiera estas concesiones parecen haber bastado a pcialistas españoles, que a última hora han hecho «culo negándose a enviar observadores al proceso [ral, cuando hasta el mismo Parlamento Europeo ivió. Ahora ya, las declaraciones del embajador de ¡a en Managua siempre quedan muy por detrás de ctores más moderados de la política internacional. La guerra de cada día ay un elemento común en las posiciones de la solocracia española y de la derecha reaccionaria Igüense: negarse a reconocer que este pequeño asiste a una permanente guerra no declarada. Y íta guerra se sostiene con el apoyo de los Estados |s. pos y otros insisten en que hay que negociar como |n los «alzados» y afirman que no se trata de una de agresión, sino de una guerra civil provocada fesiones de «las dos potencias», [cuerdo en este sentido cuál fue la respuesta de Ortega en uno de los mítines electorales: |rra civil? A estos señores les vamos a enseñar lo una guerra civil. Porque una guerra civil ahora una guerra de clases. Y si esto fuera una guerra [ses, los trabajadores nicaragüenses arrasaríamos los. Que den gracias a que no es una guerra civil [eso les dejamos tranquilos. Es más, les llamamos pipar en la reconstrucción del país», [s hechos fueron más elocuentes que las palabras, [peras electorales, las bandas de ex-somocistas del lanzaron una ofensiva en toda regla que tenía co¬ mo objetivo aproximarse a Estelí, llegar en sus ataques hasta la carretera panamericana e impedir la recolección del café en la zona montañosa del país. Todo ello con el doble objetivo de golpear al país y atemorizar a la población para restar su participación electoral. Desde las fronteras de Honduras, a través de una región montañosa, mal comunicada y cubierta de una tupida vegetación, varios miles de mercenarios llegaron a entablar combates cerca de la ciudad de Estelí. Allá fueron rechazados hacia la Región VI, que comprende las provincias de Matagalpa y Jinotega. Sólo en esta región, se libraron las semanas anteriores a las elecciones cuarenta combates, en los que cayeron más de cien «contras» y cincuenta y dos soldados sandinistas. Las bandas del FDN en su repliegue incendiaron cuatro granjas agrícolas, secuestraron cincuenta campesinos y emboscaron numerosos vehículos civiles. El Ejército Popular Sandinista se empleó a fondo, usando sus tropas de élite — los Batallones de Lucha Irregular — , y consiguió frenar la ofensiva, pero los efectivos de la «contra» con morteros y lanzacohetes se dispersaron en la espesura de la zona montañosa y desde allí continuaron emboscando y atacando con fuego de mortero los asentamientos y cooperativas. Las propias milicias campesinas tuvieron que hacerse cargo de su propia defensa y salir a patrullar los caminos para que las elecciones pudieran celebrarse. Estaba claro en aquellos días que en Managua poco se podía hacer para seguir las elecciones en su dimensión real. Que lo que en la capital eran chismes y discusiones de camarilla sobre las «garantías electorales», en las montañas se convertía en el riesgo de los campesinos que defendían su libertad. Y allá acudimos un grupo de periodistas para seguir las elecciones. Las montañas de la muerte Cuando en la tarde del dos de noviembre llegamos a Matagalpa, a más de cien kilómetros de Managua, con sus 50.000 habitantes y centro cafetalero del país, empezamos a respirar el ambiente que ya nos acompañaría en los días restantes. Mientras la tarde caía en esta bonita ciudad blanca, rodeada de altos cerros verdes, nos informaron que iban a llegar los cadáveres de cinco jóvenes asesinados esa mañana en una emboscada tendida cerca de la carretera de Bocai, a unos treinta kilómetros. Había salido esa mañana hacia el valle del Cuá, llevando las urnas y las actas a las juntas receptoras de votos de la montaña. Ninguno sobrevivió y allí murieron Alvaro Sandoval —cuadro dirigente del FSLN en el Cuá—, dos subtenientes del ejército, una maestra y una enfermera. Todos menores de veinticinco años. Esa noche en la calle, varios cientos de personas se fueron sentando, tomando café o refrescos, mientras que por unos altavoces se oían canciones guerrilleras sudamericanas. De cuando en cuando, una banda de música interpretaba el himno del Frente Sandinista, o del Ejército. Se leen proclamas de las organizaciones locales y sobre todo la gente grita con rabia: «Por ANDALAN 11