con el español. Así, en 1936 el exilio alemán hace cuentas en París, y calcula que del 30 de enero de 1933 a la primavera de aquel año, la cifra de víctimas políticas del régimen nacionalsocialista es de 1.359 inuertos. Y, para los once años que van desde 1933 a 1944, los cálculos actuales más fiables dan 11.800 ejecuciones por motivos políticos en el interior de Alemania. Una cantidad que es ampliamente rebasa- da en España en uno solo de los años que van de 1939 a 1945, que totalizan en los cálculos más moderados alrededor de 100.000 víctimas de la represión franquista. Y además hay que tener en cuenta que al lado de estas ejecuciones dentro de la legalidad del momento, hay otras que no se contabilizan, fruto de la represión local, con episodios tan bárbaros como el de Pozu Fumeres, donde son arrojados a un pozo y rematados con bombas de mano 22 obreros socialistas el 21 de marzo de 1948, a los nueve años de paz... No puede prescindirse de toda esta gigantesca represión al considerar la naturaleza del régimen franquista. Creará una red de temores y complicidades que contribuirá notablemente al afianzamiento del régimen. ¿Régimen autoritario o régimen fascista? Hay toda una escuela que olvida la sangrienta ventaja del franquismo sobre los regímenes fascistas clásicos, que olvida incluso que el franquismo es el único que llegó al poder, no a través de la penetra- ción parlamentaria, sino a través de una guerra civil de tres años. A pesar de su aire marcial, tanto Mussolini como Hitler llegan al poder en chaqué, el único que llega a lomo de los tanques es el fascismo franquista. Pero, claro está, si olvidamos esto resulta muy fácil comparar ventajosamente los resultados institucionales de la última época del franquismo, poniéndolo a un lado como ejemplo de régimen autoritario, con cierto pluralismo limitado y hasta ribetes de paternalismo, frente a la arquitectura monolítica de los fascismos alemanes e italiano. Aparte de que el pretendido monolitismo de estos regímenes es algo en lo que hoy casi nadie cree, la comparación carece de valor, pues se están comparando dos cosas distintas, regímenes fascistas que finalizan traumáticamente en los cuarenta, y un régimen sobreviviente, que experimenta un proceso de adaptación al nuevo medio de la Europa democrática. La cuestión más batallona en este tipo de comparaciones es la del partido único. Digamos de entrada que la lamentación jeremíaca sobre la «revolución pendiente» o la «segunda revolución», así como la in- So-I ANDALAN 5