Juegos Florales: La Reina y su Corte. (Fot. Badosa). Faro de las tormentas en las noches del alma, alba de epifanías celestes, verde palma plantada en el oasis del áspero arenal, es la Mujer el beso que el arca del mal sella, la mano que bendice, la bienhechora estrella que lleva al Hombre al Ideal. Bajo el egregio manto de su amor peregrino hay calor de misterios, como hálito divino que adormece el espíritu con sus olas de luz. De ofrendas y caricias perenne primavera, la Humanidad florece su vasta sementera con el caudal de su virtud. Escala venturosa de Jacob en oriente, ella enlaza los mundos en un abrazo ingente que funde el odio en dicha y la guerra en la paz. Y cuando abre las fuentes de su íntima ternura, su amor es la nostalgia de una estela futura con resplandor de eternidad. Estrella, flor, perfume, sonrisa y armonía amalgama inefable de Psiquis con el Día, a todo ser extiende su aliento incubrador. Como cifra sublime de excelsitud eterna, la Mujer es la diosa que todo lo gobierna bajo el imperio del amor. III ¡ Amor ! En la copa vital vino ardiente, fuego de las almas, himno de placer, rosa inmarcesible de aroma igniscente, fuente de ambrosías, de delirios fuente, concha de Citares, nombre de mujer. Cuerpo de Eloísa y alma de Abelardo, luz de Margarita, pincel de Leonardo, Epitalamio tormento de Diego, pasión de Isabel... A ti va mi incienso, deidad femenina. De Dios tienes alma : tu esencia es divina, pues en sus misterios te produjo El. Amor, que has henchido mi pecho de luz, mujer, que en la rosa de tu juventud llevas puras brisas de amor e ilusión : deja que a tu rosa se acerquen mis labios, mis labios, que esperan tus secretos sabios, los labios secretos de tu corazón. Ideal que pueblas de trinos mi erial bajo un cielo mustio, seco y fantasmal: quiero que me inflame tu aurora de oro, que beban mis campos tu lluvia lustral, y, mientras de hinojos rendido te adoro, me cubran tus alas, divino ideal. Yo pondré en el ara de tus alegrías férvidas promesas de todos mis días. Y ante el fuego sacro que mi amor levante tú serás la diosa, y yo el hierofante. Beberemos juntos el áureo licor que eterniza el tiempo y ahuyenta el dolor. Y cuando, embriagadas, nuestras bocas cesen de aspirar el zumo sobre argénteo vaso, nuestras almas, locas de pasión, se besen, y mis ojos busquen tus ojos de raso. Y en los pentagramas de mi estrofa muda temblará el poema de tu alma desnuda bajo la fragante pompa del jardín, donde, entre el milagro de ignotos aromas, su pulpa dorada te darán las pomas, y las rosas, rojas, brotarán sin fin... Ven, amada mía. La luz transparente me trae añoranzas de dulces desmayos, y ya de tus ojos los cálidos rayos mi pecho presiente. ¡ Ven, amada mía ! El ángel Radiante que las almas guía teje con sus plumas clarores de ensueño, glosando tu frente de blanco azahar. Volemos al cielo de nuestra alegría. El mundo es pequeño. ¡ Es hora de amar ! . . . ¡ Amar ! : anegarse de sol, de poesía, vibrar con el alma-luz del universo, vestirse con rayos de lunas de plata, ser flor y perfume, ser música y verso, y cantar por siempre la eterna fermata. Y cuando se quiebre la frágil siringa, cuando la envidiosa Parca vil extinga la amante canción, que, como una rosa del joven rosal, flotante en las olas del cierzo otoñal, hacia el mundo nuevo de un nuevo ideal, vuele el corazón. HOMENAJE, LA REINA DE LA FIESTA (díptico de sonetos) Señora : Ante el hechizo femenino de vuestro cetro real pongo mi ofrenda. Traigo, para rendiros, la encomienda de mi seco bordón de peregrino. Bajo el sol, de los altos del camino, entoné del Amor la áurea leyenda; y sigo siempre, sin saber, la senda, con el premio de "un vaso de bon vino". Pues que llegué hasta vos, ya estoy pagado que sólo la ilusión dé haber trovado quiero por alto galardón seguro. Pero, si vuestro oído me escuchara, antes de retirarme, yo os cantara esta canción a vuestro reino puro : En nombre de Aragón, reina donosa (noble solar de gaya poesía), yo tu frente lilial coronaría con la cinta del Ebro caudalosa. De Valencia, después, la mejor rosa en tu pecho de nácar prendería ; y un laurel catalán deshojaría tinto en el oro de Mallorca hermosa. Y así, para reinar desde tu estrado, recogieras, gentil, lo más preciado de la excelsa Corona de Aragón, pues, ya lo ves, para ofrecer sus dones tienes aquí a tus pies los corazones, i vibrando como un solo corazón!... Lope Mateo. 220