Utrera o en Villafranca del Panadés son cumplido ejemplo de sus géneros. . Somos brutos por inadaptados al ambiente. Y esto es verdad. La franqueza, base de nuestro carácter, nos lleva a la indiscreción; nuestro amor a la verdad, nuestra manía rectilínea, nos lanzan a la impertinencia. Decimos lo que llevamos dentro y lo espetamos, en su cara, al mismo lucero del alba. Y esto lo hacen altos y bajos, cada uno en la medida de su talento y cultura, o ya en la de su posición y fuerza social. Difícilmente toparemos con un gran talento aragonés que en su vida mortal no haya sido un esquinado, un hombre amargo de esos que, metidos en su aposento y escribiendo teorías son capaces de producir maravillas de lógica y de cordura, pero que no pueden tratar con sus semejantes sin desagradarles. Aquel "Capitán Veneno" de Alarcón es uno de los tipos aragoneses mejor traídos a la novela española. No servimos para cortesanos, ni para diplomáticos, ni aun para políticos ; ni el de Aranda, ni D. Nicolás Azara, serían fácilmente explicables sin su educación francesa, sin su cultura dieciochesca, sin la previa pomada de enciclopedia con que uno y otro se embadurnaron antes de ponerse la casaca de ministros. Ni nuestro inmenso político Don Fernando el Católico se prestaría al fácil comentario de no haber tenido que reñir con la vida desde sus catorce años, y ver tantas tristezas y recibir tantos desengaños, y sufrir tales amarguras y, como decimos allá, "comer pan de muchos hornos"... , Otra nota de nuestro carácter — y muy poco tocada por propios y extraños — es la poca importancia que damos a la observación: lo objetivo, para un matraco, no es nada: lo importante es lo que él lleva dentro. Será por ahí por lo que — siendo muy poco poetas en general — sólo hayamos tenido algún lírico regularcito y ni un cantor épico para un remedio ? Ello es que ya pueden pasar a nuestro lado las cosas más nuevas y aun extraordinarias ; el aragonés fino, no se sorprende de nada, ni a nada, que no le afecte personalmente, suele dar importancia. Recordaré siempre un caso típico de esta nota de carácter, que, indudablemente, se apoya en nuestras doctrinas sobre la libertad, respetuosa con la libertad ajena y en esa altivez nativa que aposentan todos los pueblos verdaderamente libres : Fué hace dos años, en Jaca. Recién inaugurado el primer curso que la Universidad de Zaragoza abrió para alumnos m ®m i./ V . - extranjeros en la bella ciudad pirenaica. Acudieron muchachos y muchachas de Francia, de Inglaterra y de Norte América. La pequeña ciudad vió desfilar costumbres exóticas, raras vestimentas, maneras y lenguas totalmente nuevas para aquellos montañeses tranquilos, bonachones, tradicionales... Una tarde de sábado paso por la puerta de una barbería jaquesa castiza: dentro, cuatro o seis aldeanos, de calzón corto, dejándose hacer la barba: . otro u otros dos aguardando la vez tocando la guitarra... De pronto entran en el establecimiento tres chicas estudiantes inglesas que deseaban cortarse el pelo y rizarse las patillas. Se sentaron, encendieron sus cigarrillos, siguieron la animada charla que traían de la calle... Callaron los hombres, fué ocupando su turno cada expectante. Y ni una mirada, ni una sonrisa, ni menos un comentario sobre tanta novedad como fuera para ellos el de unas señoritas que van solas por la calle, que fuman y ríen y hablan en inglés y lucen sus piernas... Cada cual salió de la barbería sin volver la cabeza... sin dar ninguna importancia, como sin haberse fijado en ello. Es mucho pueblo este pueblo de las libertades. De las libertades, que son dos : la que yo quiero para mí y la que tengo que guardar a los demás, si he de ser justo. Y aquí encaja la nota cumbre característica de Aragón: la lealtad. Y es tan obligada la lealtad en nuestro país que forma la primera lección de conducta que aprende el niño y que adopta en firme como uno de los mandamientos de la Ley Divina : defender siempre a los amigos : no murmurarlos nunca en su ausencia. El pueblo, por su parte, ha trenzado en honor de la lealtad su más bella leyenda : los Amantes de Teruel. La Historia ofrece entre mil páginas admirables el caso más portentoso de lealtad colectiva en el llamado "Compromiso de Cas pe". Estas parecen ser las notas "claves" de nuestro carácter. Hoy — en sentir de los sociólogos y éticos más autorizados — el mundo apetece y busca la sinceridad. Como dogma del arte literario se prescribe la verdad : el expresionismo de las nuevas tendencias en las artes del dibujo es una franca vuelta a la sinceridad. El chiste de moda es lo ingenuo. Famosas ingenuas son las actrices preeminentes en las tablas europeas. Esos libros para educación de la voluntad que tanto "se llevan" hoy como preparación de un hombre de negocios, están rezumando cierto ascetismo condenador de las astucias, de los fingimientos, de los maquiavelismos : el negociante, según el nuevo canon, debe, ante todo, jugar limpio y con las cartas a la vista; ha de mantener su palabra aun a riesgo de perjuicio. En Norte América el "Honor Systeme" y el "Rotary" se acreditan como elementos fomentadores de la moral mercantil y de la más exquisita selección de los hombres del trabajo. La guerra pasada y el poso amarguísimo que dejó como consecuencia, va suavizando sus efectos de odio y traduciendo al pacifismo la horrenda moraleja de su visión de sangre y humo. Puede asegurarse que hoy el mundo quiere la paz, y la paz por la Justicia, conceptos de indestructible solidaridad : el Psalmista ya representó a la Justicia y a la Paz besándose. Nuevos dogmas sociales, cada vez más en auge, quieren que el trabajo sea la fuente única del provecho, contra las viejas construcciones capitalistas. Nuevos dogmas políticos extreman la definición de la igualdad hasta entre sexos. Y votan las mujeres y ocupan todo cargo de elección popular. El culto a la tierra es la última moda en la Economía de los pueblos más delanteros. El labrador tendrá un puesto de honor en las sociedades futuras. La tierra será del que la trabaje. Ni latifundios, ni ociosos terrones en manos ociosas. Tal es el catecismo de la sociedad presente y el pronóstico para lo por venir. Badules (Zaragoza). Apunte de F. Comps. Y cualquiera ve, ante tales directrices y mociones del 223