no quedar luz ninguna cuando llegó. Un poco más allá vió en otro árbol un hermoso niño como de cinco años que saltaba jugando de una rama a otra, el cual, al preguntarle el caballero si le sabria explicar aquellas maravillas, contestó que nada quería decirle ; y trepando hasta la copa, desapareció. Cerca de alli vió Perceval una capilla muy rica y bien formada, abierta la puerta y alumbrado el interior por un gran cirio. Entró y halló tendido en el suelo, delante del altar, un caballero muerto (mejor dicho, matado) cubierto con un rico paño rojo bordado de flores de oro. Esperó un buen rato Perceval si alguien se acercaba a la capilla, cuando de improviso se iluminó con una claridad extraordinaria y apareció en el aire una mano negra y desnuda hasta el codo, que apagó el cirio y lo dejó todo en obscuridad. Luego vinieron relámpagos, truenos y terremotos, y una horrible cabeza que de lo alto le dijo con espantables voces: ¡Vasallo: gran atrevimiento y locura has teñido de entrar aquí ! ¡ Vas a morir a mis manos ! No dudó Perceval de que era el diablo, y persignándose y encomendándose a Dios se dispuso a pelear con el enemigo. Le tiró un golpe de lanza, pero la mano negra la agarró por la punta y la partió toda en pedazos. Sacó el caballero su espada, la besó en la cruz, recitó el Padrenuestro y las oraciones que recordaba, y se cansó de dar mandobles sin poder herir a la diabólica mano, que otra cosa no veía en aquellas tinieblas. Aqui volvió a oir la horrenda voz que le decía: ¡Perceval! Deja tu empresa y no creas al rey Pescador si no quieres perder la vida ! Pero él, que había puesto su confianza en Dios, se persignó con la espada y poniéndola en alto hizo con ella muchas veces la señal de la cruz. Entonces el enemigo, dando un fuerte relámpago con horrible trueno, desapareció. Volvió a arder el cirio por sí solo, tomó Perceval agua bendita para distribuirla por el recinto y se arrodilló ante el altar a dar gracias a Dios por su evidente protección. 21. Salió de allí muy animado el caballero, siempre en dirección al castillo del rey Pescador, y después de andar todo el día oyó trompas de caza que resonaban dentro de un bosque : eran cuatro cazadores que perseguían de cerca a un jabalí. Les preguntó Perceval por el palacio del Pescador, y ellos, que eran criados de ese rey, le dijeron que estaba a poco más de una legua de allí- detrás de un pequeño monte que lo ocultaba. Marchaba gozoso Perceval al término de sus anhelos pensando en los últimos misteriosos sucesos, cuando le salió al paso la que podemos llamar "su buena hada", porque venía directamente a su encuentro. Era una bellísima joven, ricamente vestida, montada en hermoso palafrén muy adornado, y caminaba sola. La saludó cortés Perceval en el nombre de Dios : ella correspondió a su saludo y le preguntó dónde había pasado la última noche. Le contó el caballero todas las aventuras del árbol luminoso y del niño, del muerto de la capilla, de la mano negra y de su combate con el diablo. A esto le respondió la doncella que todo eso era indicio infalible de que pronto sabría la verdad del Graal y de la lanza. Le rogó entonces Perceval que le explicara la significación del niño del árbol y por qué no había querido contestarle. El hada, que era muy sabia según dice el texto, le dijo que no debía, responderle nada, porque sería en perjuicio para él : que Dios no quería que de su boca salieran más palabras, y que esas maravillas del árbol y del niño pertenecían a los divinos secretos, que no se pueden revelar. Viendo Perceval que no era posible sacarle más explicaciones, se despidió de ella y tomó el camino que los cazadores le habían indicado. 22. Llegó, por fin, nuestro héroe al palacio del rey del Graal. Otra vez describe el cuento y con más vivos colores el fantástico castillo, en donde todo eran mármoles y bronces, columnas y arcos de gran belleza, oro y plata por todas partes, riquísimas telas, lujosos muebles, muchos servidores; digno relicario de tan preciosa joya. Pero, en medio de tanta suntuosidad, el rey Pescador estaba triste : sus heridas y los años iban consumiendo su vida y no tenía descendencia varonil : ¿ quién heredaría sus derechos de custodio y de rey del Santo Graal? Cuando Perceval llegó al maravilloso palacio esta segunda vez fué recibido con tantos honores como la primera; pero esta visita y no aquélla fué la decisiva y fundamental de toda la narración, y así tenía que ser, pues de otro modo se habría acabado el cuento apenas principiado. Dejando sus armaduras y su caballo a los lacayos de la puerta, le pusieron éstos un rico manto de seda forrado de armiños y lo introdujeron a la estancia real. Cambiados los saludos con el rey y hecho sentar a su lado, le preguntó amablemente el venerable Pescador de dónde venía y en qué lugar había pasado la noche anterior. Todo se lo contó Perceval, • puntualizando bien lo de là capilla del caballero muerto, su combate con la mano negra y lo del niño que no le quiso hablar. A esto el rey, dando fuertes suspiros, volvió a preguntarle si no había visto algo más. Entonces le refirió Perceval lo del árbol iluminado. Todavía quiso saber el rey si tenía más que contar, y como ya no había nada, le rogó Perceval con grandes instancias que Je explicase el significado de esos sucesos cuyo relato tanto le afectaba. El buen rey le prometió explicárselos después de comer. Prepararon la mesa, sentó a su lado al caballero 'huésped y le invitó a comer en su mismo plato real. No dice aquí el texto que hubiera más comensales, pero luego alude a otros caballeros de la corte, sin nombrarlos. Al momento salió de una cámara una hermosa doncella "más blanca que la flor de lis" (parece que quiere decir que sus vestidos eran blancos) y llevaba en sus manos el santo Graal, con el cual dió vuelta tres veces alrededor de la mesa; detrás venía otra doncella, vestida de fina púrpura, que llevaba la lanza que destilaba sangre gota a gota; y por último seguía un escudero que puso sobre la mesa, junto al rey, una espada que en las manos traía, rota por la mitad de su hoja. Quedó servida la comida, al parecer por la virtud del Graal, porque el texto no nombra otros servidores. Por más que el rey lo animaba constantemente, Perceval no podía comer. Ocupada su atención por tantas maravillas y esperando las revelaciones que el rey le había prometido, no sabía por dónde empezar sus preguntas. Tomando ocasión de haberse retirado las doncellas con el Graal y la lanza, le rogó humildemente que no se enojara si le pedía explicación de por qué habían pasado tres veces ante ellos con los sagrados objetos; y, resuelto ya a preguntarlo todo de una vez, quiso saber qué era ^ el Graal y para qué servía y quién lo había hecho tan precioso, y por qué sangraba la lanza, y de quién era la espada rota y si se podía soldar, y qué significaba aquel niño, y quién era el caballero muerto de la capilla, y el misterio del árbol de las candelas, y el de la mano negra... Debió de reírse el buen rey, aunque el cuento no lo dice, de este tropel de preguntas con que desahogó el joven su oprimido pecho, y se dispuso a contestarlas sabiamente. Lo primero le dijo que el niño era un aviso divino que quería decirle a Perçeval que Dios estaba enojado con él por sus pecados y abandono de sus deberes religiosos, y por eso se fué del árbói sin contestar a sus preguntas. Para las otras se reservó el Pescador hablarle hasta que fuese terminada la comida; pero el vehemente caballero le suplicó que, al menos, le explicase algo de la espada rota que allí en la mesa tenían. 23. Accedió a esto muy gustoso el rey, que quería probar si era Perceval el elegido, y le dijo: Cuando a este lugar venga un alto personaje y leal caballero que ame a Dios y le honre y le sirva, y venere a la santa Iglesia que es su divina esposa, yo creo que poniendo sus manos en esta espada la soldará: os invito a que hagáis la prueba, y después os diré los misterios del difunto de la - capilla, del Graal, de la lanza y de todo lo que habéis preguntado. Quedó pensativo Perceval si sería él el dichoso caballero que realizara esta obra ; pero nuevamente requerido por el rey, tomó los dos trozos de la espada, los juntó con cuidado, apretó con todas sus fuerzas, y se unieron tan perfectamente como si nunca se hubiera roto la hoja. Todos ^quedaron asombrados de este suceso y Perceval más que todos: bajó la cabeza en profundo ensimismamiento y con grandes suspiros, y no sabía qué pensar ni qué decir ni qué hacer. El rey lo miraba atentamente, y por fin se arrojó a su cuello y abrazándolo con ternura le dijo: Amigo y muy querido señor; desde ahora sois de mi casa; yo os dejo todos mis bienes y derechos, y sabed que de aquí en adelante seréis para mí el hombre más amado que hay en el mundo. Luego que retiraron la famosa espada, sobrevino general alegría y el rey le instaba a Perceval diciendo : Comed, señor ; que Dios que sufrió muerte por nosotros os perdona todos vuestros pecados. Sabía Perceval que el rey Pescador era su tío; pero el rey parece que lo ignoraba, pues en estos diálogos siempre lo llama "señor", "dulce amigo" y alguna vez "hijo", y 13