La vivienda altoaragonesa en Sallent, responde a un principio de yVacionalismoiy arquitectónico Un aspecto de las construcciones de Blescas (Apunte de los Hnos. Albareda) Aquel entusiasmo que sentían las multitudes de antaño por desplazarse hacia las playas en busca de la salud y de unos grados menos de temperatura, háse amenguado por ¡os numerosos partidarios de la montaña, que en ella encuentran motivos suficientes para dejarse de las "pérfidas ondas" marinas, y uno de los pueblos preferidos por los entusiastas de este nuevo "régimen" es sin duda alguna Sallent. Su situación en pleno Pirineo, su altura, el paisaje circundante, las abundantes y ricas aguas, las mejoras urbanas y hasta la condición de sus habitantes, hacen de aquel lugar refugio grato para quienes, huyendo de las temperaturas elevadas, buscan el reposo y a veces la salud, pues a todo esto provee la situación privilegiada de la antigua villa sallentina. Enumerar estos múltiples encantos de toda índole es tarea que no encaja del todo en nuestras reducidas aptitudes ; pero la contemplación de su caserío, lleno, como en pocos lugares, de sabor local, nos sugieren unos comentarios frente a las teorías de la moderna arquitectura. La sabia y racional disposición de las viviendas, sus perspectivas imprevistas y las variadísimas soluciones — nunca exentas de gracia — que presentan, quedaron no pocas veces fijadas en las páginas de nuestro álbum. Esto — por su lentitud en relación con la fotografía — nos hizo paladear no pocos detalles que pasarán desapercibidos para el atolondrado turista, y de ellos queremos hacer gracia al lector, dejando para otra vez el comentario de las supervivencias góticas y las influencias de allende el Pirineo que se observan ; asimismo dedicaremos unas líneas, en otra ocasión, a la parroquial con su retablo renacentista que el magnífico don Juan de Lanuza encargara a destacados artistas del siglo xvi. ♦ * * Leíamos no hace poco las opiniones de los arquitectos extranjeros Oud, Perret, le Corbusier, Taut, y de algunos nacionales que no les van a la zaga en lo referente a teorías audaces, y sacábamos la consecuencia de que, según estos señores, la arquitectura moderna debe de fundarse en el empleo adecuado de los materiales de construcción, en la disposición interior adaptada a las necesidades de la vida, en que el aspecto exterior sea una consecuencia de su disposición interior, en el prescindir de detalles ornamentales que encarezcan el coste del edificio, cuya belleza ha de ser consecuencia exclusiva del acierto con que desempeñe su función de "máquina para habitar". "Lo que es práctico, es bello — dicen los panegiristas del nuevo modo arquitectónico, que unos denominan racionalismo y otros — ■ apuntando al vocablo llamativo — "tectonismo". Pues bien, este programa de vanguardia supieron realizarlo inconscientemente los anónimos constructores que en fecha lejana o incierta fueron dejando en los desniveles del terreno las sencillas y pintorescas viviendas que en animadas perspectivas constituyen uno de los encantos de la villa. Con medianas comunicaciones, forzosamente echaban mano de la pizarra para las cubiertas, y de la mampostería para los muros, que pródigamente les ofrece el terreno; disponían en pendiente las techumbres como el clima de nieves lo exige, y bajo aquéllos almacenaban abundantes piensos para los meses de invierno en que forzosamente se han de recluir bajo la amplia campana del hogar, a cuyo lado está el horno, cuya estructura se acusa al exterior. ¿Ventanaje?, el indispensable ; los cuerpos de edificio obedecen a las necesidades de los que lo habitan, en consonancia con las exigencias topográficas y las disponibilidades económicas. ¿ Detalles ornamentales? Por casualidad se ven en algún dintel en que el rudo y anónimo cantero, con un afán de crear belleza que debían de emular no pocos constructores de ahora, insinuó un canopio, una molduración o una tracería de lejano, aunque seguro abolengo gótico. Todo un programa de "racionalismo" o "tectonismo" arquitectónico realizado con anterioridad de siglos a los "apóstoles" del sistema, que éste no consiste, como superficialmente creen las gentes, en copiar lo que las revistas centroeuropeas nos trasmitan, sino con arreglo a un programa fijado — materiales, presupuesto, necesidades, clima, etc. — realizar una construcción que llene plenamente, y esto no puede consistir en cubiertas planas donde la nieve cae pródigamente, donde la 'mampostería es más barata que el cemento y donde el medio de vida de sus habitantes — pastoreo y escasa agricultura — difiere tanto de el del oficinista, el estudiante o el burgués de las grandes urbes de la Europa del Norte. Con qué gran cordura — digna de imitarse por los exaltados de todos los "ismos" — decía un ilustre arquitecto, que aunque surgiera un "esperanto" de la arquitectura se hablaría con distinto acento en las diversas regiones del globo. Hermanos Albareda. 129