ESTAMPA ARAGONESA LAS ARRAS DE LA NOVIA y una voz henchida de amor y respeto, le dijo despacio: — ¿Su nombre?... ¡Señora! — ¿Mi casa?... Aragón; ¿mi nombre?... española; ¡qué le importa a nadie quién es esta vieja! España lo pide... ¡¡allá van mis joyas!! 1 ■ i 5i No lo sabe nadie; pero yo la he visto, callada y temblona, entrar en su cuarto, abrir «despaci la mágica cómoda, sacando el estuche que guarda, entre sedas, sus arras de novia. No lo sabe nadie; pero yo la he visto escondida y sola quitar unos broches; mirarse al espejo; prenderse los viejos pendientes de boda y decir, rezando, lo mismo que reza cuando oye las horas: .... Por Ti... ¡Virgen Santa del Pilar bcn a quien los cobardes echaron sus bomba 11 ^ov í^sPaña míaífj¡H* W¡i a quien los traidores llenaron de escoria; por ti... mi tesoro; raí viejo tcsor Irais arras de novia. > Por ti... mis pendientes; por ti... mis anillos; con ellos, las onza que un día rae dieron los santos abuelos Ique están en la gloria... La noble ancianita miraba temblando sus arras de boda; el oro en sus manos, tenía igual brillo que la piel rugosa, aloraba el espejo in la negra cómoda; :erróse el estuche de seda preciosa; los viejos anillos; los largos pendientes y las trece onzas se hundieron a un tiempo dentro de su pecho con un tintineo de canto y de estrofa, y se fué la anciana, «pasico a pasico», a llevar al Monte de Piedad sus joyas. ¿Creéis se enfadaba?, ¡si salió llorando la anciana gloriosa! Ya tenia España su viejo tesoro, i/'V siiS arras de novia; las santas reliquias de todos sus muertos, el oro bendito de tantas historias y tantos cariños, que fueron su orgullo y herencia famosa. Y entró en una tienda; y compró unas rosas; y se fué a la Virgen del Pilar, deprisa, cayó de hinojos tremante y absorta. Cuando el «infantico» ponía en el trono sus flores preciosas, la anciana, llorando, vió entonces... ¡la Glorie el cielo y el día de risas y sedas en que era una novia que iba con flores de azahar en el pecl con una mantilla soberbia de blondas del brazo del hombre; de aquel guapo mozo, a darle a la Virgen las flores de boda. Se acercó a un despacho; sacó su brilló una balanza bruñida y temblona, No lo sabe nadie, pero yo la he visto, ligera y graciosa, salir del Pilar cuando las campanas cantaban sonoras, ai tiempo que, abriendo sus manos de oró, caían en ellas... las blancas palomas. JOAQUÍN SAN NICOLÁS FRANCIA (Cliché y texto «Heraldo Se Aragó kll (Olbnjo de Galilerm®) 193