Aragón, tiene atractivos suficientes para los veraneantes ■ Paisaje pirenaico Un año más la Providencia nos ha permitido alcanzar estos días luminosos y cálidos del verano que mueven nuestros deseos de viajar en busca de parajes ideales para reposo. No es un viaje largo, propicio a fatigas y complicaciones, lo que apetecemos, sino el desplazamiento placentero y fácil que nos sitúe en ambientes fisiológicamente aconsejables. Nuevos paisajes, nuevos climas, costumbres distintas que trunquen el ritmo monótono de nuestro vivir cotidiano, acuden con sus mejores referencias, llevando a nuestro convencimiento la seguridad de unas vacaciones satisfactorias. Ante ofertas tan seductoras y varias surge la duda y las meditaciones devienen laboriosas. Aparte la propaganda gráfica, siempre, en este orden de cosas, hallamos amigos dispuestos a prestarnos servicios preciosos y a encomiar los centros y parajes que, a su juicio, mejor se adaptan a las necesidades que experimentamos. ¡Qué puntos de vista! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué alimentos! ¡Qué aguas! ¡Qué temperaturas!, exclaman nuestros consultados ponderando las propiedades de la localidad propuesta. El problema es a veces arduo, pero la solución, más o menos acertada, acabamos por aceptarla con calificación de excelente. La Revista "Aragón", en materia turística, puede aconsejar objetivamente. Conoce toda España. La región aragonesa muy especialmente. Y qué interesante es el solar aragonés, hemos dicho repetidas veces. Cuántos valores y bellezas en- I- cierra en su perímetro. Cuántos centros veraniegos hallaríamos plenamente recomendables. En diversas ocasiones hemos examinado sus posibilidades y no creemos inoportuno insistir, evocando títulos y circunstancias. Pescando truchas en el río Ara Siempre fueron los Balnearios objeto de atención preferente, y es que son los centros de atracción más solicitados; brindan salud, confort, distracción y reposo. Los existentes en Aragón llevan nombres muy conocidos. En el corazón del Pirineo, como santuario dispensador de grandes mercedes fisiológicas, tenemos el de Panticosa. El más alto de España, 1636 metros, asentado en un profundo anfiteatro que circundan las cumbres más ricas en ibones y manantiales del Pirineo central. Desde la planicie que ocupan los edificios no sospechamos las bellezas que guardan aquellos picos de tres mil metros que la nieve acaricia, y los encantos que reservan a los excursionistas valientes. Y con qué pacífica admiración contemplan las escaladas de éstos y los matices cambiantes de aquellos tremendos monolitos, los huéspedes del Gran Hotel, del Continental, del Embajadores, del Mediodía, arrellanados en los butacones del Casino o en la quietud de las hamacas esparcidas por las praderas. El ambiente seco, límpido, saturado de oxigeno, exento de fatigas, es el primer factor curativo. Los tratamientos hidroterápicos completan el ciclo de recuperación. Las distracciones se suceden y Panticosa es el balneario modelo y más completo en atracciones distinguidas. En la zona central de Aragón tienen su emplazamiento un núcleo de Balnearios muy populares y de antiguo acreditados; los de Alhama, sobre la carretera de Madrid a Barcelona; los de Jaraba, con camino especial que parte de la ruta que conduce al Monasterio de Piedra; y el de Paracuellos de Jiloca, junto a la de Calatayüd-Valencia. Los primeros conservan una clientela escogida. Las Termas Pallarás han dado tradicional relieve a este centro combativo del artritismo, cuyos hoteles enmarcan extensos jardines y organizan fiestas muy celebradas. Con indicaciones orientadas a nomializar las funciones prostáticas y nefríticas, muy especialmente, Jaraba capta manantiales copiosos. El Balneario Central de Sicilia, además de las diversas instalaciones de que se hace mérito .aparte, posee dos piscinas para recreativos ejercicios natatorios de chicos y grandes, y un parque sombreado y ameno junto al pequeño y simpático río Mesa, _ 2 —