Idílico valle del Pirineo aragonés, evocador del viaje de la Santa (Fot. González Lacasa) presenciar el sangriento exterminio de su comitiva con la pena y aflicción consiguiente. Con la muerte de sus compañeros, Santa Orosia quedó sola enmedio de sus bárbaros enemigos, y el tirano, cambiando su furor en blandura, fingiéndose pesaroso de sus desgracias y con deseos de mejorar su fortuna, la llevó a la cumbre del monte y repitió allí la promesa que había hecho de que su rey la honraría con la corona y el título de esposa si renunciando la religión cristiana abrazaba la secta de Mahoma, pintándola con los colores de la elocuencia la imagen seductora de los placeres, poder, grandeza y opulencia de que gozaría en el estado de reina y lo horrible de una muerte cruel y afrentosa con que la amenazó si desoía sus consejos. No por encontrarse sola la Santa virgen perdió la fortaleza del espíritu, pues estaba tan inflamada en el amor divino que miraba con desprecio los bienes de la tierra, deseando sacrificar su vida por Aquél que la redimió con su preciosa muerte, y así respondió con heroica firmeza que era cristiana y discípula de Jesucristo, cuyo título apreciaba sobre todas las cosas del mundo, y que padecer y morir por esta causa sería su mayor gloria. La respuesta de la Santa concluyó de irritar al tirano que comprendiendo lo inútil de sus tentativas para hacerla abjurar de su fe la mandó despedazar; ejecutándolo los verdugos con tan bárbara crueldad, que primero le cortaron los brazos, por los hombros, los pies, y últimamente la cabeza. La Santa doncella ofreció sus miembros al cuchillo, no sólo con fortaleza cristiana mas también con alegría por verse digna de padecer y morir por Jesucristo y de merecer las coronas de Virgen y Mártir con el doble sacrificio de su pureza virginal y de su vida. Los bárbaros se retiraron apenas consumado su crimen, y los cristianos que moraban en aquellas montañas dieron sepultura a los mutilados miembros de la Santa en el monte de Hiebra o Yebra, lugar de su martirio. Con las guerras casi continuadas que sucedieron entre cristianos y moros, disputándose y poseyendo alternativamente el monte Yebra, llegó a perderse enteramente la memoria del sepulcro, permaneciendo ignorado hasta fines del siglo xi en que un pastor, que velaba sobre su ganado en aquella parte, halló el tesoro escondido del cuerpo de Santa Orosia excepto los pies y brazos de los que no se tiene noticia, libres de toda corrupción, pues aun ahora, después de tantos siglos, se conserva el cuerpo cubierto de carne y de piel con admirable integridad. . Tomó el pastor las sagradas reliquias, dejó la cabeza de la Santa en la iglesia de Yebra, para que fuese venerada en el lugar del martirio, y el cuerpo lo llevó a la catedral de Jaca, donde fué recibido del clero y pueblo como un don del cielo, con gran devoción, regocijo y solemnidad. En la invención y traslación de las reliquias de Santa Orosia dicen los Breviarios antiguos que renovó Dios los milagros que había obrado en los tiempos de su martirio. Colocaron el cuerpo de Santa Orosia en el altar mayor de la catedral de Jaca y esta elevación fué una canonización solemne, según la disciplina de aquellos tiempos. Examinadas las varias opiniones que hay acerca del tiempo en que padeció Santa Orosia, parece la más probable que fué por los años de 870, porque en este tiempo los soberanos de Bohemia, Boribonio y Ludemila, que suponen ser los padres de la Santa, habían abrazado ya la religión cristiana por la predicación de San Metod-io, había príncipes en España con quienes pudo casarse y -los árabes hacían sus acostumbradas invasiones en los Pirineos con el objeto de perseguir y arrojar de allí a los cristianos. Respecto a la patria de Santa Orosia, ya dijimos que había discordancias de opiniones : D. Juan Tamayo Salazar infiere que fué francesa, natural de Aquitania, alegando como única prueba un epitafio atribuido a un tal Aulo-Halo, autor moderno disfrazado con nombre antiguo, en cuyo título llama a la Santa Virgen y Mártir Aquiténica, por más que esto no significa que nació en Aquitania sino que padeció martirio en esta provincia, aunque para esto el poeta, por honrar a Aquitania, su patria, afirma que padeció en su provincia cuando sólo fué en sus confines y dentro de Aragón. Otros escritores colocan a nuestra Santa entre los mártires de Córdoba, confundiendo sin duda a Santa Aurea de Córdoba con Santa Orosia de Jaca. Los PP. Bolandistas, en las Actas de Santa Orosia, ex- 64