L A ETAPA NUEVA Aquel "gobernar tristemente" que Joaquín Costa pedía ccftno reacción contra la ligereza de algunos estadistas de su tiempo, aún tenía el inconveniente de que la tristeza no es un bien ; es una depresión de espíritu, y un espíritu deprimido no conviene para gobernar. Corrige a su aspiración esta otra : "gobernar modestamente" ; hemos percibido su realidad en la Junta de Burgos ; estos jefes militares de la arrancada heroica en aquellos días de julio que, dichosamente, ya pasaron, y del constante trabajo, peligro, — acierto también — en la dirección de la campaña, están apartando de sí toda ostentación. Una vez y un instante saludé, hace muchos años, al general Franco en una casa aristocrática de aquí ; apenas conservo recuerdo de su voz. Entonces ya me hablaron de él como de un militar de mérito extraordinario ; respecto de eso sólo puedo prestar mi fe humana, por no hablar de lo que no entiendo ; quienes así hablaban de él, entendían. Pero supe menudamente de su actuación como Director de la Academia general militar de Zaragoza ; eso no es estrategia ; es Pedagogía y mando al modo civil ; de todo eso sí entiendo y es mi obligación entender. Fué allí Franco un hombre cuyo arte directivo, arte muy delicado al cuál, presentado en grandes dimensiones llamamos Política, hubiera podido simbolizarse en los movimientos acompasados y en la media voz ; síntesis de ello, amable Normalidad. Desde el comienzo de la Academia hizo patente que le sobraban los tres calabozos hechos en el edificio para cadetes de mal gobernar ; en aquellos locales instaló despachos administrativos. Su principio fundamental era éste ; "aquí no cabe cansarse" ; y él resistía sin cansancio una labor continua desde antes de las nueve de la mañana hasta entrada la noche; y con él, todos; el buen jefe hace el buen personal. Jamás usó, para coger en falta, espionaje ni sorpresas; nunca bajó a las salas por la noche; y allí todo iba bien, sin esfuerzo ; el mando era catalítico. (He escrito una pedantería muy tonta ; quiero decir que actuaba imperceptible y eficaz). Castigó muy poco y con la maestría suprema de no dejar mal recuerdo en el castigado ; nunca les deprimió el ánimo ni la dignidad; jamás dió motivo a un rencor; ya se nota en cómo todos aquellos hombres hablan de él. Acaso es el único Director de Academia de quien nadie refiere una anécdota burlona ; no dió lugar a ellas. De aquel alumnado salió la oficialidad joven que ha dado el esfuerzo más copioso de Ejército profesional para salvar al País ; una generación militar modesta que ha sacrificado todo lo suyo y no ha dado importancia al sacrificio. Aquel Director que procediendo selectamente formó un estamento de milicia selecta, es ahora Director de toda la Nación; la diferencia es poca y no de importancia; las ideas no tienen tamaño. Gobernará la Nación como gobernó la Academia. Creo, por esperanza en la misericordia de Dios, que estamos próximos al momento en que el Alto Mando repita aquí la amable orden de vacaciones del Horror, que Simón Bolívar dió a los colombianos al comenzar el año 1827 : "Aneguemos en el abismo del tiempo el año último. Olvidad cuanto sepáis de los días de duelo". Entonces volveremos todos a los movimientos acompasados y a la media voz, caracteres del hábito exterior de los pueblos normales. Y nuestra gratitud a los salvadores será normal también ; tranquila ; por eso eterna, al revés de todo lo violento ; cuando las generaciones actuales concluyan, quedará en la Historia. Juan Moneva y Puyol. ALERTA ESPAÑA Días decisivos los que estamos viviendo. Vienen tras un largo período de preocupaciones, de malestar colectivo de mortal ansiedad. Hacía unos meses que los españoles lo esperábamos todo y todo lo temíamos. Se acercaban las vacaciones de verano y los habitantes de Madrid, a quienes todas las mañanas se nos anunciaban próximos y terribles acontecimientos, no sabíamos qué partido tomar, si aguardar en la capital lo que fuera, o salir a disfrutar del descanso necesario sin oir los presagios. El anuncio de la huelga ferroviaria, tan concreto, tan seguro, retrasó la salida de quienes teníamos que estar al frente de un servicio nacional, hasta que pasase la fecha anunciada y al pasar sin pasar nada, el escrúpulo de una aparente deserción se disipó completamente. La amable perspectiva de las sierra^ y de los pinares turolenses, el reposo en las praderas, las inocentes pesqueras en el río, se aproximaban... Ya en camino nos alcanza la noticia terrible del asesinato de Calvo Sotelo, terrible en sí y más terrible por lo que dejaba adivinar. Llegaron a aquellas dulces soledades los primeros rumores del movimiento, por boca de sencillos pastores, cuyo interés y preocupación corrían parejas con su limitada geografía. Se sabía de unas parejas de la Guardia Civil que se dirigían a Monteagudo ; decían que de Marruecos había noticias de agitación. Por fin, un domingo, a la salida de la misa conventual del pueblo más cercano, supimos, si no mucho, lo bastante para imaginarnos lo que estaba ocurriendo en España, que no era precisamente lo que nos habían hecho creer quienes se decían bien enterados, lo que con gran misterio nos habían confiado en varias ocasiones. No tardó en dibujarse claro el perfil del movimiento, su alcance, su hondura y amplitud ; y el pecho se abría gozoso a la esperanza. Castilla y Aragón, León y Galicia se sumaban unánimes al ímpetu salvador ; España hablaba fuerte. Brotó desde el primer momento una corriente poderosa de optimismo, nacida de la entraña del pueblo : toda la juventud, a la que creíamos escèptica, deportista y sin ideales, con alegría y valor desconcertantes, regalaba sus vidas a la Patria. El movimiento comenzaba con la victoria más difícil. La guerra despertó a los dormidos ; hizo ver a los ciegos ; prejuicios y posturas caprichosos, modas superficiales, volaron con los primeros encuentros, y la España viva, eterna, surgía de pronto con todos los atributos, con todas las virtudes que parecían muertos. España despertaba y se ponía en pie vertebrada, duramente vertebrada, una vez más, en su larga historia. Otros momentos ha conocido España, si no tan trágicos, ni de tan profunda significación y alcance como éste, decisivos también para su vida futura y no siempre supo aprovechar la victoria. ¿ Valía la pena derrochar el heroísmo de Zaragoza y Gerona para desembocar en el torneo oratorio de Cádiz ? La victoria, ahora, es también segura y será gloriosa. Venzamos hoy; pero pensemos en mañana para que tanto heroísmo no sea en vano. Aragón, tierra impetuosa de sentido práctico y constructivo, y Castilla, serena, fuerte e idealista, pueblos ricos de generosas experiencias y de desilusiones tristes', deben prevenirse. ¡ Alerta, España ! Miguel Artigías Zaragoza, 12 de octubre 1936. 194