Cola del Caballo paraíso, y entonces se oye el ruido, o mejor dicho, el estruendo cercano del agua, y el ambiente se puebla de frescas emanaciones y de aromas deliciosos, y comienza la vista a gmar y el corazón a sentir, y van poco a poco apareciendo las bellezas de aquellos lugares encantados. "Si gusta el viajero de sitios agrestes y salvajes, allí tiene que cruzarlos a cada instante ; si ama el ruido y la grandeza de las cascadas, allí las tiene, en todas formas, hiriendo sus ojos con bellos y seductores aspectos; si quiere verdes praderas y umbrosas alamedas allí las encuentra con arrollos murmurantes, con luces de todos colores, con sombras de todas tintas, con ambientes dulcísimos y con pájaros que cantan; por fin, si prefiere lo sobrenatural, lo extraño. Id portentoso,, entonces las cascadlas se abrirán para darle paso, el monte rasgará sus entrañas ' y podrá descender a grutas llenas de estalactitas, palacios subterrán'òos de que Dios ha sido el arquitecto, cuyas paredes se hallan vestidas con los más sorprendentes colores, con los más caprichosos calados, con las más trabajadas agujas, chispeando todo en prismáticos cambiantes al ser heridos por la luz como si fueran muros cuajados de brillantes y de estrellas. Notad el embeleso, mejor fascinación, del lago de la Peña del Diablo. Si entornáis los ojos veréis luego cómo la surca un ligero esquife, en cuya proa, el Dante de pie, magestuoso, con su veste escarlata, los brazos cruzados y la una mano en el hoyuelo de la barba, busca y halla inspiración para su divino poema. Hay aquí un hada seduc¬ tora de amorosos hechizos : es Floribella, que habita junto a aquel pozo de Bengala, bajo los sauces corpulentos; la encantadora del doncel rescatado a la virtud por la Virgen de la Montaña. Allá la Peña del Diablo, traída por Satán de los Pirineos para acabar con el monasterio y los anacoretas ; pero tocaron Maitines y al estremecimiento del demonio, la piedra resbaló de sus hombros y cayó, con ruido terrible, en el sitio donde la veis y de donde no se moverá jamás. ¿Habéis contemplado — continúa ■ — las cascadas la Cola del Caballo, el Iris, los Fresnos, el Vergel, la Carmela, el Baño de Diana, el torrente de los Mirlos, las grutas del Artista, de la Pantera, de la Bacante, la Caprichosa, la Trinidad, la Solitaria, la Gruta Negra y la Sombríá, y creéis haber visto todo en Piedra? Os engañáis: no habéis visto nada. Os falta el Vado, la, gran Requijada, la Niña, los Peñascos, el Valle, las orillas del Río, las Argálidas, el Parque... ¡ y aun no habes acabado pues os queda la maravilla, la Gruta prodigio de la gota de agua, que cuenta con Dios y con el tiempo para trabajar y pulir sus obras inmortales. Campoamor ha recorrido con su amigo, un día y otro día, los rincones todos del enorme barranco, por el que se despeña, siglo tras siglo, el río Piedra. Está subyugado. "¿Queréis amar a Dios Pues id a Piedra, a aquel edén que con verdor eterno alegra hasta lo triste del invierno .con sus musgos, sus mirtos y su hiedra ; Siendo un feliz traslado ' de un sueño de Virgilio, mejorado, no hay mortal que lo vea que como yo, encantado, no admire, piense en Dios, se postre y crea." Atravesando el claustro se liega al sitio donde se halla el pilar con una aldaba destinada a anunciar la agonía dé P El Baño de Diana^ 164